Therapy culture:

cultivating, vulnerability in an uncertain age

Frank Furedi. Rouledge. 2004

The thearapeutic turn:

How psychology altered western culture

Ole Jacob Madsen. Routledge. 2014

Admirable evasions:

How psychology undermines morality

Theodore Dalrymple. Encounter Books. 2015

La salvación del alma moderna

Eva Illouz. Katz. 2010

In Therapy we trust

America´s obsession with self fulfillment. Eva.S. Moskowitz.

John Hopkins university Press. 2001




S.L.C.


Si no somos demasiado exigentes bastaría para reseñar estos cuatro libros, escribir sus títulos: Cultura terapéutica: cultivando la vulnerabilidad en una era incierta; El giro terapéutico: como la Psicología alteró la cultura de Occidente; Evasivas admirables: como la Psicología socava la moralidad; La salvación del alma moderna: terapia, emociones y la cultura de la autoayuda. Si ese no es el caso, y se exige algo más, deben tomarse los comentarios dispersos que aquí se exponen como incitaciones a la lectura y no como reseñas o críticas, pues son demasiados los temas y demasiados los problemas que abordan estos cuatro libros como para resumir sus argumentos de manera justa.


Hay sin duda, matices y énfasis diversos entre ellos pero de lo que en ellos se habla es, de como en las últimas décadas la   Psicología ha impregnado los modos de pensar en esferas de la sociedad en las que hasta hace pocas décadas su presencia era poco relevante: el consumo, la publicidad, la justicia, el ejército, el deporte, la política, la auto-ayuda o incluso, el cristianismo (en todas sus iglesias y ortodoxias). No es casual que el arzobispo de Canterbury dijera hace unos años, que el “Cristo Salvador” se había transformado en “Cristo asesor psicológico” (counsellor) y alentara a los clérigos anglicanos a formarse en esas técnicas para ayudar a sus feligreses. Para los cuatro autores, la sociedad se ha configurado en las últimas décadas como una cultura terapéutica que ha redefinido gran parte de los problemas morales y los malestares sociales o políticos como psicológicos y utiliza la terapia, en su significado más amplio, como el modo de afrontarlos, entenderlos y resolverlos. Ninguno de ellos está de acuerdo con que esa evolución sea beneficiosa. Ven en esa evolución aspectos indeseables aunque discrepan en muchos puntos. Illouz, por ejemplo, reconoce que desde 1.970, esta cultura ha enmarcado los problemas políticos como deficiencias personales y psíquicas pero, a diferencia de los demás, no piensa que esos problemas políticos se hayan privatizado o desconectado de la política sino que, una vez psicologizados, esos problemas son nuevamente canalizados hacia la esfera pública en forma de nuevas reivindicaciones aunque no con formas ideológicas puras. Illouz advierte también a que se refiere cuando habla de Psicología:


La Psicología es sin dudas un cuerpo de textos y teorías elaborado en organizaciones formales por expertos certificados para reproducirla y utilizarla. Pero es quizá fundamentalmente también un cuerpo de conocimientos difundidos a lo largo del mundo a través de una variedad de industrias culturales: los libros de autoayuda, los talleres, los talk shows televisivos, los programas de radio con llamadas de los oyentes, las películas, las series de televisión, las novelas y las revistas han sido plataformas de difusión de la terapia…


No faltan precursores para estas ideas y tampoco críticos y defensores. Thomas Szasz, Philip Rief, Christopher Lasch, 

Richard Sennet, son algunos de los que intuyeron críticamente la transformación de la cultura en un sentido terapéutico cuando aún estaba naciendo.


Frank Furedi, es profesor de Sociología en la Universidad de Kent; Madsen, profesor asociado de Psicología en la Universidad de Oslo; Dalrymple, es un escritor y psiquiatra jubilado inglés que ha pasado toda su vida clínica en el Tercer Mundo o como psiquiatra en las prisiones británicas. Eva Illouz, es socióloga cultural y trabaja en la Universidad Hebrea de Jerusalén, así que, en sus libros se reflejarán los sesgos de sus respectivas especialidades y también, en alguna medida, los de sus vidas.


En el prólogo del libro de Madsen, se advierte que la idea de que, “cuanta más psicología mejor”, tiene sus problemas y no es el menor de ellos, siguiendo, creo, a Ulrich Beck, (al que Furedi debe también mucho) el de que intente aportar soluciones individuales a problemas estructurales. La psicología ha asumido la misión de aliviar el sufrimiento humano, tarea heredada de su predecesor, el cristianismo, pero puede también convertirse en fuente de sufrimiento. No deja de ser relevante, lo afirma Alain Ehremberg, que en este giro, la psiquiatría, una institución periférica, y con limitado impacto, no tenga apenas presencia aunque tal vez Ehremberg olvida el papel “expansionista” de los diagnósticos de los sucesivos DSMs. En su idea, es la psicología el lugar clave donde lo privado se relaciona con las esferas políticas, donde las contradicciones de la sociedad moderna encuentran ahora expresión, pues la psicología no puede entenderse solo desde un punto de vista científico sino como el telón de fondo de un clima cultural donde la personalidad individual se ha convertido en el centro del interés. Para Mandsen, los psicólogos tienen un elevado grado de conciencia ética en todo lo que tiene que ver con la relación paciente-terapeuta pero una comprensión escasa de los problemas éticos que su disciplina enfrenta cuando entra en contacto (y conflicto) con problemas sociales  relevantes. Así, Mandsen, lamenta que la Asociación Noruega de Psicología, a pesar de sus buenas intenciones, no sea consciente de los aspectos negativos de la creciente presencia de la psicología en la sociedad.


En 1987 el término autoestima no aparecía en ninguno de los 300 periódicos británicos analizados por Furedi. El Oxford English Dictionary, definía la autoestima en ese tiempo como, la apreciación favorable que uno tiene de sí mismo, pero no mencionaba vínculo alguno de la autoestima con problemas emocionales. Ahora, una “baja autoestima”, es la señal de una enfermedad invisible que socava la habilidad de las personas para controlar sus vidas. En 2.001, autoestima, en los mismos periódicos, aparecía citada 3.500 veces. Trauma, que aparecía en 1.993 menos de 500 veces, lo hacía en 5.000 ocasiones en el año 2.000. Stress, de menos de 1.000 en ese mismo año, a más de 23.000 en el año 2.000 e incrementos proporcionales del mismo tipo se observan con los términos síndrome y counselling (asesoramiento psicológico) que pasa de 500 citas en 1.993 hasta 7.500 en el 2.000. Counselling, lo define una experta psicóloga en su página web, como, una relación de ayuda entre un profesional y un cliente, el cual realiza una demanda ante una situación del presente difícil de resolver por sí solo… ayuda que asiste a personas en momentos de crisis y cambio… Esos momentos, difíciles de resolver, eran los que antes de la cultura terapéutica afrontaban las personas y los grupos por sí mismos.


El uso creciente del lenguaje terapéutico indica, dice Furedi, actitudes y expectativas nuevas en la sociedad. Este lenguaje y las prácticas que le son propias, ya no se limitan como en décadas anteriores a ciertos estados mentales sino que ahora se emplean para nombrar y “tratar” episodios normales de la vida cotidiana. Vivimos ahora, según Furedi, (idea que, con matices comparte con los otros autores aquí reseñados), en una cultura terapéutica donde la emoción ha pasado al primer plano, donde muchas experiencias que hasta ahora habían sido

interpretadas como parte normal de la vida, han sido redefinidas como dañinas para las emociones de las personas. Cualquier contratiempo o pequeño infortunio, una decepción, la vida en la escuela o la adolescencia, son asuntos considerados ahora como peligrosos para la autoestima y necesitados de ayuda profesional. Por ejemplo: un informe canadiense alertaba a inicios de los 2.000 de la elevada tasa de depresión entre niños lo que, según el profesor Thompson de la universidad de Alberta, se debía a que los niños canadienses habían estado sometidos en la infancia a más traumas que sus predecesores. Furedi, no comparte esa opinión y piensa, más bien, afirma, que la sociedad canadiense no se ha vuelto más traumática para los niños en los últimos 20 años. Lo que ha cambiado, dice, y advierte que es uno de los argumentos centrales de su libro, es the cultural imagination of traumahoy creemos que los individuos carecen de resistencia para afrontar los sentimientos de aislamiento, decepción y fracaso que son parte de la vida, y la cultura contemporánea, alienta de manera inconsciente a la gente a sentirse traumatizada y deprimida por experiencias hasta ahora consideradas rutinarias… Para Furedi, en los años 90, el término “trauma” se ha convertido en un mecanismo que proporciona sentido a cualquier acontecimiento doloroso y sirve de explicación incluso para numerosas formas de crimen y conducta antisocial. Conceptos como “culpa” y “responsabilidad”, pierden relevancia donde el ethos terapéutico gana influencia y se está llegando a una “justicia sin culpables” .


Este proceso es inseparable del de la “profesionalización”. La “industria psicológica” es en primer lugar un negocio interesado en vender sus servicios y expandir su mercado. Lasch, afirmaba hace tiempo, que las nuevas profesiones, (y la industria farmacéutica y sus numerosos colaboradores psiquiatras, podemos añadir) inventan muchas de las necesidades que afirman satisfacer. Entre 1.970 y 1.995 el número de profesionales de la salud mental en Estados Unidos y Gran Bretaña se cuadriplicó y a Furedi “le parece”, que estos  profesionales están ahora dispuestos dentro del nuevo clima cultural, a proteger la vida emocional, sobre todo de los niños, de cualquier experiencia que suponga un reto que deban afrontar.


Las ideas de Furedi han recibido críticas nada benevolentes. En una de las más ácidas, escrita poco después de la publicación del libro, Blake Morrison1, le “acusa” de haberse convertido en una figura de culto que a lo largo de sus libros repite el mantra del debilitamiento de la sociedad moderna. Así, en Culture of Fear (1.997) ataca la obsesión por la seguridad (que patéticos somos al no tomar riesgos); en Courting Mistrust (1.999) crítica el creciente recurso a los pleitos, (es patético culpar a otros por nuestros accidentes) y en Paranoid Parenting (2.001), crítica los excesivos mimos a los niños (que patético resulta no enseñar a los niños a aprender de sus errores). Estos tres libros anticipan este Therapy Culture (2.003) donde, un paso más allá, Furedi, dice Morrison, parece pensar que es patético compartir nuestros problemas con los demás. Las razones que da Furedi para haber llegado a esta situación, (según Morrison, aunque creo sesga y simplifica exageradamente su resumen) son: el debilitamiento de la autoridad tradicional, el declinar de la religión, la muerte del espíritu de comunidad y de la ideología y, por encima de todo, la atomización de la familia. Antes había ancianos sabios que aconsejaban a los que sufrían alguna perturbación; ahora nos apoyamos en los gurús del estilo, los entrenadores personales y un ejército de counsellors. En resumen, dice, Morrison, para Furedi, la terapia se ha convertido en “el opio del pueblo”. Es una poción adormecedora usada para controlar las masas alentándolas a ver sus 



1 En The Guardian, 13 marzo del 2033. The Guardian es un periódico de “izquierdas” y Morrison probablemente comparte esa ideología. Furedi, supongo, debe ser “conservador” y en su polémica, me temo, que los sesgos ideológicos no están ausentes, cosa nada fácil de descartar, por otra parte.








       

 

malestares como problemas personales más que como rabia justificada contra el estado. Para Morrison, se trata de un lamento romántico por la anulación del individuo a manos de los funcionarios del estado. Lo que añora Furedi, como Dalrymple, es la fortaleza silenciosa, el estoicismo mostrado por el pueblo inglés durante los bombardeos alemanes, la era de la flema británica (del the stiff upper lip) donde los pasajeros del Titanic hacían cola esperando su poco probable embarque en los botes sin ninguna agitación y la banda de música tocaba mientras el buque se hundíao el comportamiento de los habitantes de Aberfan3. Morrison señala algo más: Furedi, no tiene interés en la práctica clínica y nada que decir acerca de los terapeutas, cosa injusta ya que Furedi, por otra parte, reconoce en su libro que no es de la clínica de lo que se ocupa. Además, Morrison considera que no hay nada despreciable en implicar a otros en nuestros males. Un mundo con menos necesidad de terapeutas sería mejor pero el “tranquilo machismo” (sic) de Furedi con su, ¡contrólate hombre!, sería más sombrío.


Morrison, quien incidentalmente anota que Furedi es un anagrama de Freud, reprocha a Furedi no haber hablado con los counsellors de su propia Universidad. Si lo hubiera hecho, escribe, habría descubierto que los problemas que tienen los alumnos son reales y si hubiera hablado con los trabajadores de las prisiones habría descubierto que “forzar” a los agresores sexuales a tener counselling antes de ser liberados, no es una moda liberal sino que está fundado en la experiencia de que los agresores que rechazan ese counselling tienen más  



2 Para entender esta época puede consultarse el magnífico libro de Ignacio Peyró, Pompa y Circunstancia, Forcola, 2014. Los libros de Furedi y Dalrymple se entienden mucho mejor si se han leído las entradas relacionadas con los temas de este libro de Peyró. Un problema: cuesta 48 euros.

3 El estoicismo británico no parece estar olvidado incluso fuera de Inglaterra. Titular del ABC del 13 septiembre: Inglaterra conmemora el 75 aniversario de los bombardeos diarios que acreditaron el estoicismo...





probabilidades de reincidir. Quizás no haya mejor informante que Dalrymple, al menos para las prisiones y no parece compartir las críticas de Morrison. Dalrymple, que también reseñó el libro de Furedi en The Telegraph cuando se publicó en 2.003, comparte muchas de sus ideas y es reticente con otras. Como Furedi, reconoce que desde hace décadas el counselling ha remplazado a la fortaleza y al coraje frente a la adversidad, como modo de afrontar los infortunios (misfortune). Muchos de sus pacientes, escribe, atribuyen su infelicidad actual a que no se les ofreció counselling cuando en el pasado tuvieron que afrontar una experiencia desagradable como una intervención quirúrgica o la muerte de algún amigo o familiar.  Al menos en Gran Bretaña, dice Dalrymple, la gente valoraba el estoicismo y recurría a sus amigos y familiares o a los consuelos de la religión para afrontar sus problemas. Dalrymple, admite, cosa que no hace Furedi, que muchas personas pueden beneficiarse de la escucha acogedora y desinteresada de terceras partes cuando no tengan a nadie a quien recurrir y tampoco está de acuerdo en que esas intervenciones sean invariablemente malas.


En 1966, una montaña de carbón se precipitó como un alud sobre una escuela del pueblo minero galés de Aberfan. Murieron 116 niños y 28 profesores. A pesar de la tragedia, nadie, son palabras de Furedi, buscó compensación por su trauma o su sufrimiento psicológico. Los familiares de las víctimas tomaron la decisión de no presentar demandas porque sería bow to vengeance, ceder a la venganza y los niños sobrevivientes volvieron a las clases quince días después de la tragedia. Un año después, para Mary Essex, una psicóloga infantil y de familia de la Universidad de Gales, los niños parecían normales y adaptados y The Times, elogió la fortaleza de los vecinos que se habían rehabilitado a sí mismos con muy poca ayuda. Hoy, sigue Furedi, una respuesta como esta a un desastre de esa magnitud, sería impensable. Se asumiría de manera automática, que todos los sobrevivientes permanecerían traumatizados profundamente durante toda su  vida y se consideraría mala práctica haber enviado de nuevo a los alumnos a clase a los quince días del suceso. Hoy es difícil para muchos profesionales aceptar que las cosas hayan sucedido así por lo que, siempre según Furedi:


Desde 1990, la historia de Aberfan está siendo rescrita en línea con el ethos terapéutico de hoy… Los investigadores está ocupados en ayudar a los sobrevivientes a reinterpretar sus experiencias a través del lenguaje del trauma… entrevistas recientes con estos sobrevivientes… sugieren… que las personas han descubierto retrospectivamente traumas del pasado… en lugar de explorar la resistencia de esta comunidad minera galesa, los comentadores prefieren tratar a los sobrevivientes como víctimas ocultas cuyas necesidades emocionales fueron ignoradas por una burocracia cruel…

 

La respuesta estoica de Aberfan no era excepcional en esos tiempos. Lo mismo había ocurrido en las inundaciones de los años 1952 y 53 y así fue la respuesta masiva durante los bombardeos durante la II Guerra Mundial pero para la cultura terapéutica de hoy, que la gente haya afrontado de manera estoica esas tragedias sin secuelas duraderas aparentes, no resulta creíble. Así, según un estudio de 1.997 que cita Furedi, 750.000 mujeres sufrían traumas y stress provocados por los bombardeos de Londres durante la II Guerra Mundial, número elevado sin duda, pero que era una extrapolación de un estudio realizado sobre solo 100 mujeres muchos años después de los bombardeos. Una muestra del “giro terapéutico” que comenta Furedi, es el del Memorial levantado en memoria de los 165 muertos y 680 heridos del atentado de Oklahoma City en 1.995. El Memorial pretendía tanto recordar a los muertos, como establecer una solidaridad “terapéutica” con los vivos por lo que se decidió que figurasen en el Memorial tanto los nombres de los fallecidos como los de los que sobrevivieron. Los supervivientes del Holocausto no hablaron mucho en público después de su liberación. No buscaron ayuda psicológica ni les fue ofrecida pues la sociedad europea y americana de entonces, no los veía como portadores de un daño psicológico 

permanente y los supervivientes querían dejar atrás el pasado y empezar una nueva vida. No ocurrió así con sus hijos y nietos que incluso reprocharon a sus padres su respuesta callada y estoica y exigieron por su parte, ser considerados como víctimas de segunda y tercera generación al amparo de la nueva sensibilidad que pensaba que el daño sufrido por sus padres y abuelos se transmitía a las siguientes generaciones.


Esa nueva sensibilidad terapéutica anticipada, al menos en los Estados Unidos, por el psicoanálisis, se hizo popular en los años 70 del pasado siglo. Un estudio de Amal Teacher sobre las columnas de consejos en las revistas femeninas de Estados Unidos que cita Furedi, demostró que, mientras en la década de 1950-60 las columnistas aconsejaban a sus corresponsales controlar sus emociones, en los años 70, era la expresión de las emociones lo recomendado. En la muerte de Diana de Gales en 1.997, se reveló de modo inesperado la agonía del modo estoico de afrontar las tragedias y el nacimiento de otro: el emocional. El emocionalismo de las masas en la calle contrastó de manera radical con la tradicional respuesta de la familia real británica que, siguiendo una tradición centenaria que prescribía un comportamiento estoico y ascético cuando moría alguno de sus miembros, no mostró públicamente ninguna muestra de duelo ante la indignación popular. Un estudio de esos acontecimientos resumió sus conclusiones diciendo que, the age of British reserve is over y el periódico The Guardian, añadió que, la cultura en Gran Bretaña había cambiado de the life of the mind a the life of heart. Hoy, esas escenas obligadas a las que nos hemos acostumbrado, nacidas en los últimos años, en las que psicólogos de apoyo son reclamados por las autoridades ante cualquier suceso con víctimas para apoyar a los familiares o a los supervivientes, son un producto de esa cultura terapéutica.


En La salvación del alma moderna, Eva Illouz recuerda que el Trastorno por stress post-traumático fue reconocido por la APA en 1.980 que con ese diagnóstico, “honró” el sufrimiento de los  En La salvación del alma moderna, Eva Illouz recuerda que el Trastorno por stress post-traumático fue reconocido por la APA en 1.980 que con ese diagnóstico, “honró” el sufrimiento de los veteranos del Vietnam recibidos de modo ambivalente por una población dividida y cansada de la guerra. A partir de ese reconocimiento, el TEP fue aplicado a acontecimientos como las violaciones, ataques de terror, crímenes e incluso, a accidentes. Illouz señala que, “no es la experiencia la que produce el efecto traumático sino el modo como la recordamos”. La experiencia, como saben bien los sociólogos de la cultura, dice Illouz, está mediada por la cultura:

 

Tanto las feministas como los veteranos de Vietnam, pudieron construir ciertas experiencias como traumáticas porque tenían en común unos pocos supuestos culturales que a su vez, podían fusionarse con el recuerdo del trauma: que la gente podía ser dañada psíquicamente, y no solo físicamente; que podía haber un período considerable de tiempo entre el momento en que dicho daño era perpetrado y sus consecuencias de hecho; que podía haber síntomas de TEPT sin que hubiera necesariamente un recuerdo de los hechos que habían llevado a él; que la compensación podía ser reclamada (o la acusación judicial llevada a cabo) décadas después del trauma; que el trauma amenazaba seriamente las posibilidades de propio desarrollo y que todos los ciudadanos tenían iguales derechos a una psiquis saludable…4.


Parece lógico concluir, que esos supuestos culturales no eran los de la sociedad galesa que afrontó Aberfan pero si, los de la sociedad que años después buscó daños permanentes en los sobrevivientes de aquella catástrofe. Si Illouz tiene razón, convendría como propone MAdsen, repensar nuestra teoría y práctica clínica pues lo que afirma en este párrafo no es algo banal que se pueda ignorar sin consecuencias.




4 En Illouz.E. La salvación el alma moderna. Pag: 217-218.





Para Illouz, el psicoanálisis fue un adelantado en el cambio social hacia una cultura terapéutica. El psicoanálisis pasó a la cultura popular y, sobre todo en los Estados Unidos, “vino a entrelazarse en todos los aspectos de la vida estadounidense”. Sin necesidad de haber leído a Freud, multitud de personas hablaban de sus problemas con la jerga del inconsciente o del retorno de lo reprimido. Woody Allen, es inimaginable sin el psicoanálisis, sería, dice Illouz, “un inocentón patético y Tony Soprano, un matón”. Freud, hizo de la vida cotidiana, a través de sus libros sobre los chistes, los lapsus, los actos fallidos y los sueños, algo valioso y atractivo que podía ser interpretado y ofrecía además, nuevas narrativas sobre aspectos de la vida, como la sexualidad que liberaba a la gente de los viejos moldes y les proporcionó metáforas para intentar comprender los conflictos. La psicología y el counselling son los herederos de esa primera “colonización” cultural del psicoanálisis.


Es casi una “tradición” que algunos psiquiatras (y psicoanalistas) no respeten demasiado los fundamentos de la disciplina que ejercen. Sasz, Laing, Masson, Peter Bregging, son algunos de ellos. Dalrymple parece situarse también en esa posición en la que incluye a la psicología. Diez años después de escribir la reseña sobre el libro de Furedi, Dalrymple abordará en Admirable Evasions5 el mismo problema con una diana



5 Admirable evasions es una frase tomada de El Rey Lear de Shakespeare. Astrana Marin traduce “evasións” por subterfugios. El sentido en el libro de Dalrymple, es el de evasivas o subterfugios, en el sentido de eludir la propia responsabilidad. La cita de Shakespeare dice así: ¡He aquí la excelente estupidez del mundo; que cuando nos hallamos a mal con la Fortuna, lo cual acontece con frecuencia por nuestra propia falta, hacemos culpables de nuestras desgracias al sol, a la luna, y a las estrellas; como si fuésemos villanos por necesidad, locos por compulsión celeste; pícaros, ladrones y traidores por el predominio de las esferas; beodos, embusteros y adúlteros por la obediencia forzosa al influjo planetario y como si siempre que somos malvados fuese por empeño de la voluntad divina. ¡Admirable subterfugio del hombre putañero cargar a cuenta de un astro, su caprina condición!.. El rey Lear. Acto I. Escena II.





diferente: la moralidad. El “combativo” libro de Dalrymple abre su primera página con un experimento imaginario.

 

¿Qué ocurriría si todos los ansiolíticos y antidepresivos se tiraran al mar, si todos los textos de psicología fueran retirados y convertidos en pasta de papel, si todos los psicólogos dejaran de ejercer, si todas las investigaciones psicológicas fueran abandonadas, si los términos psicológicos fueran eliminados del habla cotidiana?... ¿Ganaría o perdería la humanidad? ¿Sería más sabia o más tonta?¿Su auto-comprensión sería menor?.


Dalrymple, reconoce que no es posible responder a estos interrogantes ya que el experimento no se puede hacer pero sería un hombre atrevido el que pensara que ahora, nuestro auto-conocimiento es más grande que el de Shakespeare o Montaigne. A pesar de su advertencia, son numerosas las afirmaciones implícitas o explícitas (de algunas escuelas de psicología) de que se ha alcanzado un más profundo insight de la naturaleza humana, de su conducta, emociones y angustias que el que teníamos antes. Esa, es para Dalrymple, una pretensión arrogante y peligrosa pues supone además, que es posible cambiar la naturaleza humana mediante técnicas psicológicas e incluso, last but non least, eliminar la infelicidad humana.


Madsen, hace de la autoestima la palabra clave de la cultura terapéutica. Sigue a Furedi y a Illouz en buena parte de su análisis aunque discrepa en sus conclusiones ya que piensa que Furedi subestima el papel de la psicología y atribuye al deseo del estado de controlar las vidas de los ciudadanos, el surgimiento de esta cultura. Para la cultura terapéutica, una elevada autoestima es el signo de una buena salud psicológica y emocional y una baja autoestima síntoma de un self enfermo y al borde del precipicio. Para Madsen, los que predican la mejora de la autoestima como remedio a los males sociales, piensan que lo que tiene lugar dentro de nuestro mundo interior determina lo que hacemos en el mundo exterior, idea opuesta, dice Madsen, a las ideas de Marx y Engels según la que, es la 

situación de clase la que determina la conciencia de clase. Madsen, sin embargo, no llega tan lejos como Dalrymple en su “aprecio” por la autoestima que escribe:

 

La noción de autoestima es en sí misma ridícula o repelente…Nadie adscribe su buen carácter o su éxito en la vida a una adecuada base de autoestima. Nadie dice que cualquier logro humano sea fruto de la autoestima. Una dosis de auto-duda más que de autoestima, es más probable que conduzca al esfuerzo necesario, pero no suficiente, para conseguir tal logro…

 

Muchas malas personas, entre ellas muchos criminales famosos, poseen una notable autoestima y frecuentemente se enorgullecen de sus actos, afirmación que comparte con Furedi que hace de la autoestima un mito y cita varios estudios que acreditan que los esfuerzos de las escuelas americanas por subir la autoestima de sus alumnos tuvieron éxito, pero no mejoró sino que empeoró su rendimiento escolar y convirtió a muchos de ellos en abusones6. La autoestima de los malvados, dice Dalrymple, es particularmente escalofriante. La autoestima, sigue Dalrymple, es vanidad, no por la apariencia sino por la fibra del propio ser y cualquiera que piense que una buena dosis de autoestima es buena en sí misma, debe ponerse a leer el Coriolano de Sahakespeare. No son casuales las reiteradas citas de Shakespeare en este y otros libros de Dalrymple. Buen conocedor de su obra (yo también), piensa que el conocimiento del comportamiento humano, presente en las obras de Shakespeare, no es inferior al de la psicología con la ventaja de que Shakespeare nunca afirma poseer el remedio ni la absoluta verdad sobre esas conductas. Mandsen, de modo menos explícito, tiene a Shakespeare también entre sus “maestros”. En el prólogo de su libro, cuenta como decidió 



6 Según el psicólogo John Rosemond la elevada autoestima entre escolares está vinculada con bajo auto-control que puede conducir a conducta violenta. Citado en Furedi, Op.Cit.





estudiar psicología cuando vio un anuncio de la Universidad de Bergen en el que un psicólogo en bata blanca examinaba el cráneo que tenía entre sus manos. El científico y Hamlet combinados, pensó Mandsen, al decidirse por la psicología alentado por lo que prometía ese anuncio que supone anterior a la RMNf que ahora ocupa el lugar del cráneo hamletiano en los laboratorios de psicologia. Años después, se desilusionó al ver como la psicología, al hacerse más científica, se iba ocupando de cuestiones cada vez más microscópicas olvidando las grandes cuestiones de la existencia humana que representaba Shakespeare. El resultado de olvidar lo “general”, lo “universal”, dice Mandsen, es que la psicología, es una profesión que está hoy pobremente equipada para comprender el presente mientras que al mismo tiempo ejerce una gran influencia sobre él…


Muchos centros de enseñanza, incluso los británicos de élite, alaban ahora a los alumnos por sus logros aunque sean esporádicos o inconsistentes con la finalidad de subir esa autoestima a la que atribuyen el bajo rendimiento. Una de estas instituciones, con varios premios Nobel en su personal, prohíbe marcar con tinta roja los fallos en los ensayos de sus alumnos porque esa tinta roja es intimidante y castiga y amenaza la autoestima de los alumnos que podrían ver arruinada su vida para siempre. Adolf Tobeña, catedrático de psiquiatría en Barcelona, uno de los pocos psiquiatras que merece la pena escuchar, tiene un vídeo en youtoube, Castigo y civilidad, en el que “ilustra” a un grupo de pedagogos sobre el grave error de no reconocer el papel del castigo en la civilización, la enseñanza y la vida7. La Universidad de Bath en el tiempo que Furedi escribió su libro, tenía programas de Transition Counselling para los alumnos de primero, para los de segundo que se iban 



7 https://www.youtube.com/watch?v=iEPBkWNjNHM. Muy recomendable. Tiene otros muchos, igualmente recomendables, en castellano y catalán.





a vivir en pisos, para los que finalizaban sus estudios y se incorporaban a la vida laboral e incluso hubo programas de Transición para los Lores cuando muchos de ellos debieron abandonar la Cámara de los Lores al ser reformada. Los programas para el ejército, y la policía son ahora obligadas pues un buen número de ellos se sienten demasiado vulnerables para ejercer sus oficios para los que hasta ahora se presuponía una fortaleza y estoicismo especial.


Creo que la idea básica que recorre el libro de Dalrymple podría ser resumida así: los asombrosos descubrimientos de la neurociencia y la psicología de los últimos años, son transformados (por una generalización abusiva y equivocada), en explicaciones generales de la existencia humana y estas a su vez, son utilizadas para evadir las responsabilidades sobre las propias acciones. Cada capítulo se ocupa de desmontar esas pretensiones de conocimiento. En el Iº es el psicoanálisis el criticado; en el IIº, el conductismo; en el IIIº, la terapia cognitivo-conductual, en el IVº el DSM y la expansión de los diagnósticos psiquiátricos; el Vº a la autoestima; el VIº a la rehabilitación, el VIIº a las teorías neuroquímicas, el VIII a la neurociencia, el Xº a la psicología evolucionista… Para ser justos con Dalrymple, es él mismo quien escribe que, no niega que las terapias psicológicas o farmacéuticas no tengan valor. Son las teorías en las que se basan las equivocadas y del mismo modo que un brujo o un exorcista puede curar sin que tengan que existir los espíritus, o demonios que invocan, es posible aliviar o curar con procedimientos sostenidos por teorías erróneas:


No deseo negar que los psicólogos han hecho muchos ingeniosos e intrigantes experimentos psicológicos. Pero el efecto general del pensamiento psicológico sobre la cultura humana y la sociedad ha sido abrumadoramente negativo porque da la falsa impresión de que ha incrementado grandemente la auto-comprensión humana cuando nada de eso ha sido logrado y alienta la evasión de responsabilidad convirtiendo a los sujetos en objetos… y desalienta el genuino autoexamen y autoconocimiento…


Muy relacionado con lo anterior, está otro de los temas recurrentes en la copiosa obra de Dalrymple: su creencia en el poder destructivo de las malas ideas. Una de las más destructivas de ellas, recuerda John Broening en la reseña del libro e Dalrymple en el Denver Post, (6-07-2015) común al pensamiento utópico político y a algunas escuelas de psiquiatría, es la de que se puede remodelar la naturaleza humana trascendiendo los límites de nuestra personalidad, evitando la necesidad de juzgar y de asumir responsabilidades o eliminar la infelicidad. Para Dalrymple, la infelicidad, (un malestar relacionado con la vida cotidiana) ha desaparecido del lenguaje coloquial para ser substituida por depresión (una enfermedad). Con la expansión de los diagnósticos y la conversión de muchos malestares e infelicidades en enfermedades y la creciente borrosidad entre el sufrimiento grave y las infelicidades cotidianas, se corre el riesgo de que la psiquiatría dedique gran parte de sus recursos a pacientes que no lo necesitarían dejando a los que sí lo precisan con menos atención de la que sería necesario. Además, la psicología, (y la psiquiatría) nos proporciona un arsenal lingüístico con el que podemos evadirnos de nuestras responsabilidades.


De los capítulos del libro de Mandsen, el dedicado a la auto-ayuda, muy deudor de Eva Illouz, merece un comentario más detallado. Lo que molesta a Mandsen, que es psicólogo, es que se propongan por psicólogos titulados y no titulados, soluciones psicológicas a males sociales como hace hoy la gigantesca industria de la auto-ayuda. Su palabra clave, por supuesto, es autoestima, aunque algunos autores distinguen, autoestima, sentimiento de la propia valía, de auto-confianza, que es otro asunto y tiene que ver con la confianza en las propias capacidades. Törblom, una exitosa escritora noruega de libros de auto-ayuda, trata según Mandsen, las patologías sociales como si fueran un asunto individual y oculta, en consecuencia, las causas más importantes de los malestares. Para Mandsen, las técnicas dirigidas a mejorar la autoestima son el complemento del “maligno” neoliberalismo, forma ideal de gobierno bajo el cual, cada persona se ocupa de sus propios problemas. La auto-ayuda sería una especie de anestesia social. Muchos de estos libros de autoayuda mezclan sin pudor la física cuántica, con el gnosticismo New Age, o la parapsicología, a veces, de una manera pintoresca. The secret, de la australiana Rhonda Byrne, vendió hasta ahora 19 millones de copias. La idea central, es que, somos una especie de imán que hace que nuestros pensamientos se vuelvan cosas, que nuestro destino depende de lo que estemos pensando: “Usted se convierte en lo que piensa y siente”. La auto-ayuda es llevada aquí a su extremo y el Yo puede así ser considerado omnipotente. Vivimos tiempos, sigue Mandsen, en los que anhelamos expertos que nos ayuden a elegir lo que es bueno para nosotros. Este anhelo es muy evidente en los programas de televisión, en los reality, que han experimentado un crecimiento explosivo en los últimos 15 años. Mandsen, bautiza un subtipo de esos programas, como therapeutic reality. En estos programas, una familia que es incapaz de manejar un aspecto fundamental de la vida como, la comida, la crianza de los niños, las finanzas domésticas, el cuerpo, las mascotas, o la conducta adolescente, es filmada mientras un experto se hace cargo de la situación y procura resolverla. No veo mucho la televisión, pero se me ocurren unos cuantos programas españoles de este tipo sin pensar mucho: Hermano Mayor, ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, uno de entrenamiento de perros, e incluso, uno en el que un cocinero resuelve los problemas de restaurantes que no van bien. Creo que la cifra es mucho mayor. Estos son realitys relativamente nuevos en los que la cultura terapéutica en la que ahora vivimos, se hace presente de forma manifiesta. Gran Hermano, ese programa en la que un grupo de descerebrados exhiben su “privacidad” y sus dudosas pero bien dramatizadas emociones (casi todos lloran) para satisfacer el voyeurismo de los espectadores, forma parte también de estos reality terapéuticos que reproducen como entretenimiento, experimentos de psicología social de los años 60 del pasado siglo y cuentan con psicólogos que seleccionan a los participantes, diseñan las situaciones de conflicto o velan para  que no haya excesivas heridas a la “autoestima” de los participantes eliminados. La autoestima está también presente en programas como Extreme Makeover donde los participantes se someten a cirugía cosmética para mejorar su imagen corporal. El principio psicológico que rige en este caso, es el de que los defectos físicos afectan a las personas psicológicamente, por eso, los cirujanos cosméticos son muy aficionados a la psicología de Adler. Hasta no hace mucho, la cirugía plástica era una cirugía más encargada de reparar graves daños estéticos y funcionales. Mucho menos considerada, cuando no ridiculizada, era la cirugía cosmética, la que substituye pechos, culos, arrugas, pelo, o liposucciona que ahora dentro del giro terapéutico es aceptada con normalidad y “promocionada” en esos realitys donde una persona, casi siempre pero no siempre, mujer, ve realizado su sueños de modificar su cuerpo sano, pero imperfecto a su juicio, por uno más atractivo: tu verdadero Yo está debajo de tu grasa. La cirugía se convierte en terapia. La vida imita a la televisión dice Mandsen. Ophra Winfrey en su Talk-Show que veían 33 millones de personas hasta su cancelación hace poco, y al que Eva Illouz dedicó un libro por su relevancia con lo aquí tratado, tenía muy claro cual era su “misión”: Intento cambiar en una hora lo que yo pienso que es la raíz de todos los problemas en el mundo: la baja autoestima….


La cultura terapéutica siente aversión por esfera privada e íntima que tenía en la familia su espacio “protector”. Ahora, la intimidad se ha convertido en extimidad y la familia, refugio de la privacidad se ha convertido en un lugar sospechoso donde son posibles todo tipo de abusos. Ya no se trata de hombres que abusan de sus esposas, sino de sus hijos, de sus ancianos (elder abuse), situaciones sin duda posibles, pero las habituales riñas y disputas entre hermanos se han convertido también en sibling abuse aunque los adultos encuestados no recuerden así sus disputas con sus hermanos: a través de la reinterpretación de las formas rutinarias de los conflictos entre hermanos como una forma de violencia doméstica, se obtienen

obtienen tasas dramáticas de prevalencia… Según el profesor de trabajo social de la Universidad de Kentucky, doctor Wiehe, 53 de cada 100 niños abusan emocionalmente de su hermano o hermana que sufrirán años después como escribía Illouz, de TEP y trastornos disociativos.


Madsen, dedica unas páginas interesantes al ADHD citando al psicólogo noruego Ekelman que, por desgracia, tiene todas sus publicaciones en noruego. En Noruega, los 8.500 niños y adolescentes tratados con Ritalin o Concerta, hace algunos años, se convirtieron en 32.000 en 2.011. Esa “epidemia”, que Madsen vincula con la exigencia de auto-control del neoliberalismo, tiene para Ekeman algunas causas. La autoridad paterna ha sido desmantelada; la comunidad de adultos no familiares que corregían los comportamientos infantiles, se ha debilitado; los adultos corrigen cada vez menos a sus propios hijos y mucho menos a los de los demás; la disciplina externa en la escuela y en la vida diaria ha evolucionado hacia formas internas de auto-control; la escuela se ha feminizado y los valores masculinos se han vuelto problemáticos ignorando los positivos lo que podría explicar el por qué tres de cada cuatro ADHD son niños. Cuando los “muros” externos desaparecen muchos tendrán problemas para establecer “muros” internos. La psicología tiene, según Madsen, su parte de responsabilidad a la hora de legitimar la epidemia de la que obtienen beneficios secundarios en forma de mayor demanda de tratamientos y de fondos de investigación. Mandsen, quiere una psicología que considere la epidemia de ADHD en correlación con rasgos sociales tales como el sistema escolar y que emplee sus conocimientos para advertir de los aspectos negativos de enfatizar la responsabilidad y el autocontrol en niños.


Eva Illouz cree que al insistir en que el léxico terapéutico “despolitiza” problemas que son sociales y colectivos, muchos sociólogos han dificultado su propia comprensión de porqué las nuevas clases medias y las mujeres han aprobado de manera entusiasta el discurso terapéutico. Para Illouz, las ideas más  exitosas, como el psicoanálisis, son aquellas que satisfacen tres condiciones: deben darle sentido a la experiencia social (por ejemplo, a la rápida transformación económica, la inmigración, el descenso de status); deben proporcionar una guía para ciertas áreas conflictivas en la conducta social (la sexualidad, el amor, el éxito económico); deben ser institucionalizadas y puestas en circulación en el marco de redes sociales. Lo que hacen las ideas exitosas, y la cultura terapéutica es una de ellas, es que permiten al Yo integrar fragmentos de su ambiente en narrativas, marcos y metáforas que “funcionan”. Las referencias en todos los libros a Rogers y Maslow son constantes así como la auto-realización que para la cultura terapéutica es un asunto paradójico pues alienta a ello, pero al definir el Yo como vulnerable e incapaz por sí mismo de alcanzar las metas, esa auto-realización debe hacerse en compañía de terapeutas.


El libro de Eva.S.Moskowitz publicado en el año 2001 y del que de algún modo son deudores los demás libros “hojeados y ojeados” que aquí se mencionan, hace la historia de lo que llama el evangelio terapéutico (therapeutic gospel) en los Estados Unidos desde 1850 a nuestros días. Cada capítulo a partir de 1930 se ocupa de los cambios ocurridos en cada década. Para Moskowitz, este evangelio terapéutico tiene tres principios. El primero: la felicidad debe ser la meta suprema a alcanzar; el segundo: nuestros problemas vienen de causas psicológicas y el tercero y más importante: los problemas que subyacen a nuestros fracasos e infelicidad tienen “tratamiento”. Como los analistas posteriores, piensa que este modo de pensar nos impide ver las realidades políticas y económicas subyacentes y nos roba la posibilidad de hacer juicios morales serios. Para Moskowitz, los grupos de apoyo en los que ahora (año 2000) participan más de 70 millones de estadounidenses, son un buen indicador de la difusión del evangelio terapéutico. Los hay para todo. Además de los tradicionales de alcohólicos, drogadictos, o jugadores, los hay para obesos, para deudores, para los que se muerden las uñas, para los adultos hijos de alcohólicos, para los que pierden sus mascotas (incluyendo a  boas constrictor), para compradores compulsivos, para los necesitados de relaciones (¿!), y así. Además, si los participantes no desean compartir con la “plebe” sus problemas, hay grupos de “solo” abogados o médicos, de judíos y de hispanos o musulmanes. En fin: el libro de Moskowitz, para quien esté interesado, enmarca históricamente el surgimiento de esta cultura terapéutica y ayuda a entender lo que se trata en los otros.


Tengo la impresión de que hay en estos libros, y en otros varios sobre el mismo asunto, una Tesis esperando a que algún psicólogo se atreva con ella si los asuntos “microscópicos” que según Mandsen, definen hoy a la investigación en psicología, lo permiten. Creo que se lo agradeceríamos todos.