Reencuentro con Foucault:

los juegos del hambre


Beatriz Carrasco Palomares

con la colaboración de:

Sheila Tamayo Villahoz

Antonio Rivera Hernández

Yanira d’Hiver Cantalejo

Servicio de Psiquiatría y Psicología Clínica. HURH Valladolid.

Correspondencia: beatrizcarrasco9381@hotmail.com


«El discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse»

M. Foucault


Y añadiríamos... «Dime cuánto poder ansías y para qué y te diré quién eres»


En estas Jornadas de La Otra psiquiatría que pretenden abordar globalmente la temática de “El Poder” es imprescindible, por lo menos para nosotros, que el pensamiento foucaultiano esté presente. Michel Foucault (filósofo, psicólogo, historiador, teórico social, militante comunista y profesor universitario) personaje poliédrico como pocos, no dejó indiferente a nadie. Generó, como muchos otros eruditos, filias y fobias pero desde luego no indiferencia. El reencuentro con Foucault es siempre el reencuentro con un clásico pero también y, aunque pueda resultar contradictorio (veremos que no tanto), es al mismo tiempo el reencuentro con un revolucionario que busca continuamente reinvertar el sistema y a sí mismo. Sus postulados y razonamientos así como las reflexiones que estos nos han producido a mis compañeros y a mí serán el tema central de este escrito.


La obra de Foucault nos atrae sin remedio (no podemos escapar a su embrujo) porque nos concierne, porque nos invita  a repensar y a cuestionar nuestra relación con el saber, con el poder, con las personas con las que nos toca lidiar diariamente y sobre todo, porque nos precipita a la introspección y a poner en tela de juicio aquello que nos es más propio, la relación que uno tiene consigo mismo. Los juegos del hambre, entendida ésta como hambre de saber y por ende, hambre de poder, son los que se ponen en juego en el interior de cada uno de nosotros y en la relación que establecemos con los otros. Telas de araña formadas por hilos conscientes e inconscientes que nos gobiernan y que dirigen nuestros pasos. Autómatas en busca de un objetivo que nos ciega. Fin lamentable a alcanzar por medios maquiavélicos que no puede ser otro que el de adueñarse del poder. Los semblantes del poder son muchos pero su fin siempre es el mismo. Nos remontemos a la época que nos remontemos el hombre siempre busca lo mismo. Ansía el poder y lo que éste le reporta: la dominación y la sumisión de sus semejantes. Aunque haya excepciones, unos creen crecer empequeñeciendo a otros. Los aparentemente débiles, entre ellos especialmente los locos, terminan como siempre llevándose la peor parte.


Sin embargo, Foucault, nuestro Kant postmoderno, se acerca al poder de una forma inédita. Consigue ver y enseñarnos también su vertiente positiva y constructiva. Ve en el poder un incentivador de la creatividad, un constructor de realidades y de subjetividades. Otros, no olvidamos la perspectiva hobbesiana del poder y nos parece que el anverso de la moneda, la vertiente negativa y destructiva pesa y pesa mucho. El poder reprime, subyuga, castiga y aprisiona. Construye realidades pero ata voluntades.


Para comprender el gran valor de la obra de Foucault tenemos que retrotraernos al momento histórico, social y psiquiátrico en el que nuestro pensador vivió y acercarnos a sus escritos desde ahí. Su tesis doctoral, Historia de la locura fue escrita en 1961 el mismo año en el que Erving Goffman publica Asylums, Thomas Szas nos habla del mito de la enfermedad mental y Franco Basaglia llega a Gorizia y El poder Psiquiátrico (el conjunto de 12 lecciones que Foucault dictó en el Colegio de Francia durante el curso 1973 - 1974) para muchos continuación de la obra anteriormente citada (aunque es mucho más que eso) surge pocos años después de que Basaglia deje constancia escrita de su paso por Gorizia en un libro con un título tan provocador como La institución negada, T. Laîne hable de una psiquiatría diferente, Lucien Bonnafé de la psicoterapia institucional, F. Tosquelles se permita reflexionar sobre la problemática del poder en la práctica psiquiátrica y los antipsiquiatras británicos estén más encendidos que nunca. Los intelectuales inquietos como Foucault no pueden más que contagiarse por este espíritu crítico, movilizador, luchador y reivindicador que se plantea que hay otra forma de asistir al loco, que hay otra forma de hacer las cosas.


La obra de Foucault refleja la evolución y el dinamismo de su pensamiento y de sus intereses. Tras un minucioso estudio sobre la locura, se centra en las prácticas asilares y en los dispositivos psiquiátricos para finalmente dirigir su interés hacia la genealogía de la subjetividad moderna pero una trabazón firme recorre toda su obra y su vida, su plena convicción de que la experiencia (hablemos de la experiencia que hablemos incluida la locura) tiene su génesis en la historia. Aboga por la construcción histórica de la experiencia y con ello mantiene viva la posibilidad de cambio, la posibilidad de reinventarse. La historia construye por fuera y sobre todo por dentro. El pasado para Foucault nos permite entender el presente y también cambiarlo.


En su tesis Foucault nos lleva de la mano por una locura que hasta 1656 formaba parte de la comunidad, conviviendo con ella, conviviendo con el resto de experiencias pero a partir de entonces los leprosarios pasan a convertirse en centros de internamiento de todo aquel, loco o no, que no pueda justificar su modo de ganarse la vida y en 1794 Pinel funda el primer hospital psiquiátrico donde se recluye y se concentra la difusa experiencia de la locura.


El loco es contenido y alejado de la comunidad sin opción que valga. Molesta, incomoda, se le excluye y se le contiene en la institución, repudiado de la sociedad como si fuese un resto, un residuo asocial, perdiendo su estatus de ciudadano. Son estos dispositivos psiquiátricos los que pasan entonces a despertar el interés de Foucault, sobre todo el poder disciplinario ejercido en los mismos. La microfísica del poder se convierte en su objeto de estudio. En El poder psiquiátrico saca a la luz expresiones del nuevo discurso: la prohibición, la represión, la exclusión, la coerción, el sometimiento,... formas de violencia ejercidas en nombre de una nueva verdad, la verdad psiquiátrica.


El dispositivo psiquiátrico, como recoge Rafael Huertas en su artículo “Foucault, treinta años después”. A propósito de El poder psiquiátrico, se articula en torno a tres ejes: el poder, la verdad y la subjetividad.


El poder psiquiátrico se sustenta en el principio de dispersión, aunque el psiquiatra es el sujeto actuante hay toda una disgregación en torno a los saberes y a las prácticas ejercidas en los dispositivos psiquiátricos que dan lugar a lo que Foucault denomina la microfísica del poder. Foucault también se acerca a la relación entre locura y crimen, tema sobre el que profundizará mucho más en su obra Vigilar y castigar (1975). Esta relación es uno de los principales cimientos sobre los que se sustenta el poder psiquiátrico en aras de la defensa social. Se equipara la maldad con la locura que nada tienen que ver.


El poder de soberanía da paso al poder disciplinario (poder propio de los asilos) donde la violencia es ejercida de otra forma, menos vistosa pero igual de terrible. Del uniforme judicial se pasa a las batas blancas, cambiando la porra por la ciencia y por el saber. Estableciéndose la siempre peligrosa relación entre el saber médico-científico y el poder. El asilo se  vuelve un lugar de verdad, producto directo del sistema disciplinario donde el alienado pasa a objetivizarse, se convierte en objeto de saber. Lo poco que le queda al loco de sujeto ahora convertido en objeto es el de ser una persona agarrada, de manera que no se pueda mover, caer o escapar. La razón se opone a la sinrazón, el médico al paciente, el activo al pasivo, lo uno a lo otro. El poder psiquiátrico se sustenta en la ciencia, se sustenta en su discurso de verdad. Pero más allá de este poder del sistema está el poder del individuo y su ansia de someter al otro. Me pregunto qué poder es más mortífero... posiblemente aquel que el hombre anhela a nivel individual.


La creación de la verdad científica y su escudo como respaldo y protección trae consigo un hito imparable en la historia de la clínica: la mentalidad anatomoclínica y la corporización y terrenalización de la locura. Sus consecuencias no se hacen esperar, la locura (ahora enfermedad mental) se abordará de una forma distinta. Se abandona el tratamiento moral y se le añaden dos adjetivos más: medicalizable y crónica. La clínica de la palabra es sustituida por la clínica de la mirada y de la manipulación. La palabra del loco ya nada importa, el ojo del experto y el cerebro del alienado tienen la respuesta a la locura. Ceder el cerebro a un habilidoso y observador cirujano es ceder la verdad de la locura. La llegada del psicoánalisis dará un poco de tranquilidad pero no toda la que es necesaria, el psicoanálisis será únicamente una pequeña isla en medio del océano. En La voluntad de saber Foucault se muestra cauto con el psicoanálisis al considerar que este se desarrolla sobre viejas formas de saber-poder como la indagación de la verdad oculta o a través de una detallada verbalización que el terapeuta interpreta en términos patológicos y no morales.


Parece haber una tendencia a infravalorar al adversario, al otro del poder pero por mucho poder y posición que se tenga él otro puede sacar partido de sus malas cartas y ganar la guerra que parecía perdida. La víctima no siempre está desprovista de poder, no siempre se mantiene en su pasiva indefensión sino  que ante el poder también puede resistir y negociar. ¿qué ha hecho y hace la histeria si no resistir y negociar? El demente se somete al poder sin rechistar pero la histeria resiste, se defiende de la demencia con todas sus fuerzas, se escapa del asilo y de la psiquiatría. Las histéricas de La Salpètriere cuestionaron el saber y el hacer médico de uno de los grandes, de Charcot, el gran neurólogo de la época (a la histeria no le vale cualquiera, se mide con los mejores). Su plasticidad, su mimetismo, su ser camaleónico, sus pliegues y repliegues le permiten camuflar la verdad y engañar. Maestras del espejismo, del poder encubierto, portadoras de vestidos de siete velos que buscan ser amas y reinar en la oscuridad a través de un otro que termina cediéndoles el cetro. Incautas como los ingenuos narcisistas. Estos desconocen que tienen los pies de barro pero ellas los exponen tanto que o se ayudan de su astucia y picaresca o terminan por pisárselos.


Tras el discurso del “amo” siempre está el discurso del “ama”. Por cada discurso “del amo” hay una réplica del “ama”. Creadoras de nuevos discursos, de nuevas verdades, de nuevos saberes. Las histéricas sin lugar a dudas han sido las primeras militantes de la antipsiquiatría. Siempre que haya normas y disciplina habrá anti-normas y anti-disciplina al frente de las cuales estará la histérica. Como nos decía Foucault el poder también es creación.


Foucault ha sido criticado por no ser demasiado riguroso con la teoría social y no haber definido claramente nociones importantes relacionadas con el poder a pesar de ser un claro seguidor de Max Weber pero con gran acierto distinguió entre las relaciones de poder y las situaciones de dominación. Definió las relaciones de poder como juegos estratégicos de libertades en las que algunas personas intentan determinar las conductas de otras de las situaciones de dominación, auténtico hambre de poder, que equiparó el poder más genuino. La sociedad se sustenta en estas relaciones de poder; su ausencia no es posible, el trato horizontal puro no existe ni dentro ni fuera de  la psiquiatría pero conseguir que las situaciones de dominación tiendan a cero ese sí debería de ser un objetivo a conseguir especialmente en la psiquiatría.


Michel Foucault, el revolucionario francés, nos dejó hace más de treinta años pero su pensamiento no ha pasado de moda. La historia no ha cambiado tanto como para no poder adaptar sus postulados y razonamientos al momento actual. El loco todavía no ha recuperado su palabra. La voz de los genes, de los neurotransmisores, de la neuroimagen y del cerebro se alzan mientras la voz del alma sigue silenciada. El loco se ha aproximado a la comunidad y ésta a él pero todavía no puede caminar libremente entre los normales, el diferente en lugar de ser admirado en su singularidad sigue siendo tachado de raro y peligroso. El poder disciplinario sigue presente. La coerción en sus diferentes formas sigue en activo...


...pero un nuevo discurso se está gestando. Aquel que cree en el respeto, en la libertad y en el derecho del hombre a ser lo quiera y pueda ser, aquel que tolera al otro porque se acepta a sí mismo, aquel que no tiene miedo a que el otro hable, aquel que está dispuesto a reinvertarse y a reinvertar el discurso, aquel que lucha porque la dignidad del otro siga siendo un derecho...


...aquel que en definitiva escucha al semejante dentro y fuera de la consulta, aquel que negocia en lugar de someter.




BIBLIOGRAFÍA:


FOUCAULT, M. Historia de la locura en la época clásica. México: Fondo de Cultura Económica (orig. 1961), 1997.


FOUCAULT, M. (1998a). Vigilar y castigar. Madrid: Siglo XXI (orig. 1975).


FOUCAULT, M. (1998b). La voluntad de saber. Madrid: Siglo XXI (orig. 1976).


FOUCAULT, M. (trad. 1999). “Asilos, sexualidad, prisiones”. En Obras esenciales. Volumen II (pp. 283- 297) Barcelona: Paidós.


FOUCAULT, M. El poder psiquiátrico. Curso 1973-1974. Buenos Aires: FCE. 2005.


HUERTAS GARCíA - ALEJO, RAFAEL. “Foucault, treinta años después. A propósito de El poder psiquiátrico”. Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, 2006, vol. LVIII, nº 2, julio-diciembre, págs. 267-276, ISSN: 0210-4466


PASTOR, J., y OVEJERO, A. Michel Foucault. Caja de herramientas contra la dominación. Oviedo: Universidad de Oviedo, 2007.


PASTOR, J. “Relevancia de Foucault para la Psicología”. Psicothema 2009. Vol. 21, nº 4, págs. 628 - 632.