Poder y sexualidad



María del Carmen Reguilón Domínguez. PIR

María Teresa Barbero Sánchez. MIR

Doménico Nissi Da Palazzo. MIR

HURH de Valladolid

Correspondencia: maryrdzam@gmail.com



La incitación a hablar sobre el poder, nos remite directamente a Michel Foucault, pues como sabéis, el poder constituye una de las grandes áreas y aportaciones de su trabajo. Nos interesa la originalidad de su concepción y tomaremos su obra como referencia para abordar las relaciones del poder y la sexualidad. Principalmente, nos detendremos en el primer volumen de su Historia de la sexualidad: La voluntad de saber. Además, el análisis de la filosofía foucaultiana nos permitirá desafiar la consideración imperante del sexo como un fenómeno de la naturaleza y cuestionar la idea de la sexualidad como normal.



MICHEL FOUCAULT: EL PODER COMO RELACIÓN


Para no perdernos será fundamental recordar la original manera en la que Foucault concibe el poder. Tradicionalmente, se consideraba el poder como una entidad propia al margen de la sociedad y de los individuos, situado en un nivel superior desde donde ejercer un control en términos de sumisión y dominación (monarca, papa, ejército,… capital). Por el contrario, él lo ubica dentro del entramado social e individual, en una pluralidad de discursos, definiéndolo en términos de relaciones. El poder, desde esta perspectiva, está en todas partes.


Otra idea esencial que acuñó es que saber y poder están directamente relacionados. Es decir, el poder produce efectos de verdad, produce saber, en el sentido de conocimiento.


PODER Y SEXUALIDAD "LA VOLUNTAD DE SABER"


Una vez situada la concepción del poder en Foucault, nos interesa detenernos en La Voluntad de saber, para abordar las relaciones entre ésta y la sexualidad. Se trata del primer volumen de su Historia de la sexualidad. Su publicación en 1976, supuso una revolución en los estudios de género por su visión de la historia y de las relaciones entre poder, sexo y verdad.



CRÍTICA  A LA HIPÓTESIS REPRESIVA


Foucault propone aquí una tesis sorprendente en la que hace una crítica a la hipótesis represiva. Esto es, se ha sostenido la idea clásica de que a partir del siglo XVII y hasta el siglo XX, se produjo una etapa represiva de la sexualidad caracterizada por la prohibición y el silenciamiento de sus manifestaciones. El filósofo, aunque no niega que haya habido represión, considera que no es lo fundamental para entender la historia del sexo; y que los mecanismos represivos solo juegan un papel local dentro de una estrategia de poder en una puesta en discurso mayor: la voluntad de saber.


Así pues, en contra de la hipótesis represiva, sostiene, que a partir del siglo XVII, y especialmente en el siglo XVIII, se produjo una explosión discursiva en torno al sexo. Proliferan multitud de discursos y, lo más importante, en el campo del ejercicio del poder mismo, desde ámbitos diferentes. Principalmente, desde la psicopedagogía, la medicina, la psiquiatría y la justicia penal. Foucault denominará a este emplazamiento discursivo dispositivo de sexualidad.



ORIGEN: LA CONFESIÓN


Esta incitación a hablar del sexo tiene su origen en la edad media, en la tradición religiosa cristiana, donde la confesión de los placeres de la carne era un elemento fundamental ligado al sacramento de penitencia. Tras el Concilio de Trento, a partir del siglo XVII, llama la atención que a pesar de que la nueva pastoral apuntara sus recomendaciones en la dirección de la discreción y la prudencia, paradójicamente se extienden los dominios de la confesión, dando cada vez más importancia a las insinuaciones, pensamientos, deseos,… a los detalles más minuciosos acerca de los placeres carnales.



BIOPOLÍTICA


Foucault marca que en el siglo XVIII nace una incitación política, económica y técnica a hablar del sexo que se produce en forma de análisis, contabilidad, clasificaciones, investigaciones…, que se origina paralelamente al surgimiento de la población como nuevo problema del estado. El sexo y sus variables se convierten en una cuestión de policías, de control por parte del estado. Solo se debe hablar del sexo para reglamentarlo e insertarlo en sistemas de utilidad con el fin de mejorar las fuerzas colectivas e individuales. Un ejemplo de ello fue la implantación del control de la natalidad, la reproducción o la higiene pública… etc.



DE LAS PRÁCTICAS SEXUALES A LA DEFINICIÓN DE INDIVIDUOS


Hasta finales del siglo XVIII las prácticas sexuales estaban reguladas bajo 3 códigos: el derecho canónico, la pastoral cristiana y el derecho civil. En todos ellos, sus reglas y recomendaciones se centraban en las relaciones conyugales; de modo que la ruptura de las leyes del matrimonio (ejemplo: adulterio, relaciones extramatrimoniales) o la búsqueda de placeres sexuales extraños (ejemplo: sodomía) eran objeto de condena: un pecado para la ley pastoral y un delito en el derecho civil.


Sin embargo, la explosión discursiva de los siglos XVIII y XIX provocó una serie de modificaciones. Por un lado, la monogamia heterosexual que había sido el objeto de persecución de la confesión se convierte en la norma y se le permite mayor discreción. Así pues, el objetivo de la confesión se desplaza y el interés del nuevo poder se dirige a interrogar las sexualidades periféricas (niño, locos, los que no aman al otro sexo). El siglo XIX, con esta caza, dará lugar a la implantación de las perversiones y a una nueva especificación de los individuos (por ejemplo: los exhibicionistas de Lasègue, los fetichistas de Binet, los zoófilos de Krafft Ebing, las mujeres dispaurenistas, etc.). El objetivo del nuevo poder y, concretamente, el de la psiquiatría, fue abordar desde una perspectiva científica la sexualidad humana y sus perturbaciones para de esa manera tomar distancia de una posición moralista y religiosa. Por lo tanto, se produjo una mutación en la manera de actuar sobre las conductas sexuales: se pasó de condenarlas como actos a definir individuos.



CIENCIA SEXUAL


El siglo XIX fue el momento en que Occidente desarrolló en torno al sexo múltiples discursos de pretensión científica, dando origen a una ciencia sexual. A través de ella se ha pretendido obtener la verdad sobre el sexo ajustando la técnica de la confesión a su discurso.



¿CÓMO SE HA LOGRADO LA INTEGRACIÓN DE LA CONFESIÓN AL DISCURSO CIENTÍFICO?


1) Se reinscribe la técnica de la confesión a partir de procedimientos como el examen, la entrevista, cuestionarios,… y se codifica en términos de síntomas y síndromes.


2) En el siglo XIX, la medicina otorga al sexo un poder causal de  ilimitados peligros que justificaría la exigencia de la confesión del sexo en la práctica científica.


3) Postulando una latencia intrínseca de la sexualidad según la cual está escondida para el propio sujeto y sólo puede ir saliendo con el trabajo de la confesión.


4) Lo que se confiesa se convierte en un signo a interpretar y descifrar donde sólo la ciencia puede validarlo como discurso verdadero.


5) Se medicalizan los efectos de la confesión, es decir, lo que se dice sobre el sexo se enmarca dentro de una práctica clínica de manera que se introduce en el régimen de lo normal y patológico. De manera que, la confesión sobre el sexo solo tiene sentido en intervenciones médicas.


En definitiva, a través de la scientia sexualis pudo constituirse algo como la sexualidad, que fue por medio de ella que el sexo dejó de ser considerado un asunto de placer, para inscribirse en el régimen del saber.



IMPACTO FILOSÓFICO FOUCALTIANO EN EL ANÁLISIS DE LA SEXUALIDAD


La sexualidad puede pensarse a la luz de la reflexión filosófica Foucaultiana. El análisis de la formación de ciertos saberes acerca del sexo en términos de relaciones de poder y desde una perspectiva histórica nos va a permitir el cuestionamiento de cualquier verdad supuesta en torno al sexo.


En la actualidad, nociones como sexo o la sexualidad nos son tan familiares que nos parecen indiscutibles y universales. Sin embargo, Foucault plantea el carácter histórico y contingente de estos términos. Muestra que la sexualidad es una categoría que no tiene más de tres siglos, es el producto de esa práctica discursiva que se desarrolló lentamente, la ciencia sexual. De  hecho, no será hasta el siglo XVIII que se define a una persona como sexual.


Demuestra que el poder no solo reprime, si no que produce efectos de verdad, de conocimiento. Desde esta perspectiva, las categorías sexuales son productos de constelaciones específicas de relaciones de poder y saber.


Pongamos como ejemplo la homosexualidad. Podríamos afirmar que los homosexuales no existen hasta que la ciencia los constituye como especie. Hasta el siglo XIX la homosexualidad era contemplada en términos de prácticas homosexuales: la sodomía; una categoría del antiguo derecho civil y canónico que describía un tipo de actos prohibidos. El autor era solo un sujeto jurídico. Pero la proliferación de discursos acerca del sexo tuvo efectos trascendentes en la consideración de estas prácticas, de modo que en la mitad del siglo XIX surge la categoría médica del «homosexual», convirtiéndolo en especie. El artículo de Westphal sobre “Las sensaciones sexuales contrarias”, de 1870, ha servido como fecha de nacimiento de su categorización. Un retrato de este hacer especie de una práctica sexual es la descripción que Magnus Hirschfeld hizo de la homosexualidad. Este autor fue un neurólogo alemán que fundó en 1897 el comité científico humanitario. Su objetivo principal era convencer a los legisladores alemanes de abolir el artículo 175 del Código penal en el que se criminalizaban los actos sexuales entre varones. Para ello, defendió la naturaleza congénita de la homosexualidad y concebía al homosexual como una especie particular de afeminado corporal y psíquico. A continuación ejemplificamos con un extracto de esta descripción tomada del catálogo de la exposición virtual del Institut für Sexualwissenschaft (1919-1933).


“Los músculos del uranista son más flojos que los masculinos. En consecuencia existe en la mayor parte de los casos una tendencia natural a los movimientos tranquilos (paseos a pie,  deporte de excursión, de montaña, ciclismo, natación y baile).Se aprecian frecuentemente pasos pequeños, bailoteantes, y pareciendo a menudo afectados, también un andar ligeramente clásico.”


La homosexualidad por lo tanto nace dentro de un discurso médico que la constituye como una patología y, lo más importante, como una identidad global que se impone al sujeto. Pasó de ser un acto prohibido a contemplarse a la luz de una identidad.



ESENCIALISMO / CONSTRUCCIONISMO


La ciencia sexual, en su empeño por producir una verdad sobre el sexo, se apoyará principalmente en mecanismos biológicos explicativos y basará su idea de una sexualidad normal en el modelo animal. Esto es, conductas que conducen a la reproducción que tienen como objeto al sexo opuesto y que consisten en la actividad coital. Hace del sexo un hecho de la naturaleza de manera que atribuye al sujeto un sexo autentico que le corresponde y al que va a quedar estrechamente ligado. Hasta el punto de vincular su sexo con su identidad y crear subjetividades impuestas, producto de una división natural anatómica. Por ejemplo: varón-masculino / mujer-femenina / heterosexualidad.


En contra de este esencialismo científico, la filosofía foucaultiana nos muestra una interpretación alternativa, cuestionando la idea del sexo como algo natural y normal. La perspectiva construccionista, como la teoría queer, la cual ha tomado como referente esencial a Foucault, asume el principio de que las categorías sexuales (los géneros, las identidades sexuales y las orientaciones sexuales) son el resultado de relaciones específicas de poder y saber; por lo tanto, no están esencialmente o biológicamente inscritos en la naturaleza humana, sino que se trata de formas socialmente variables. Este análisis es clave a la hora de cuestionar cualquier identidad considerada como esencial: ser mujer, ser hombre, gay, masculino, femenino,... etc. Incluso categorías que nadie cuestionaría como la heterosexualidad.



CONCLUSIONES


Siguiendo esta línea de pensamiento, podemos concluir que las identidades sexuales tienen que ver más con las formas en las que se organiza el conocimiento que con una verdad esencialista. Por lo tanto, varían según el grupo cultural y la época.


En este sentido, en contra de lo que se suele pensar, la supuesta neutralidad y objetividad científica queda bajo sospecha siendo la misma ciencia la que fabrica ideas, sujetos, cuerpos, enfermedades y sexualidades.


No existe una sexualidad natural ni normal. La ciencia sexual introduce en los sujetos nociones de naturalidad y organicidad donde solo hay un vacío de significación.



PSICOANÁLISIS: J. LACAN


A pesar de que Foucault incluyó en su historia de la sexualidad al psicoanálisis como uno más de los discursos del dispositivo de sexualidad que intentaban arrancar al sujeto una verdad sobre su sexo, el psicoanálisis ocupa un lugar de excepción respecto al saber y la verdad.


Mientras que la sexología y la psiquiatría se instalan en un discurso de saber absoluto, y armonía entre los sexos, la originalidad de Lacan reside en el reconocimiento de que respecto a la sexualidad no hay saber. Para el psicoanálisis el sujeto no sabe ninguna verdad porque no hay  que saber sobre su sexo. (Fórmula: No hay relación sexual).


En el seminario Aun, hará una distinción importante: “cuando se ama no es asunto del sexo”. Esta afirmación muestra la visión de Lacan de que el deseo no está determinado por el sexo biológico, no es natural.


La noción de sexualidad para Lacan es inseparable de la existencia del inconsciente. Esta posición queda fuera del debate sobre si la sexualidad es algo natural o cultural, dado que el inconsciente no puede ser considerado algo biológico, ni tampoco algo meramente social o cultural.


Puesto que no hay saber sobre el sexo, cuestiona toda posibilidad de fundar una normalidad en la sexualidad de los sujetos. El sexo se sitúa en el orden de lo real, hay un vacío de significación. Para taponar ese agujero en el inconsciente, las personas se identifican con los modelos imaginarios que produce el orden social (ideales, modas, leyes,…). Asimismo, las identidades sexuales desde la perspectiva psicoanalítica (homosexualidad, bisexualidad, lesbianismo) son posiciones imaginarias para enfrentarse a ese vacío de sentido en lo real. De esta manera, el discurso del amo, el de la ciencia sexual, trata de cubrir ese vacio a partir de las nociones de organicidad constituyendo así a la heterosexualidad como la norma modelo de identificación.


Por último, concluiremos que a partir de la noción del sujeto del inconsciente el psicoanálisis puede dar cuenta de una multitud de sexualidades no heterosexuales, puesto que la elección de objeto (objeto a), es asexuado.



BIBLIOGRAFÍA


FOUCAULT, MICHEL. Historia de la Sexualidad I. La Voluntad del Saber. México: Editorial. Siglo Veintiuno, 2000


SÁEZ, JAVIER. Teoría Queer y psicoanálisis. Madrid: Síntesis, 2004.


LÓPEZ, SUSANA. El laberinto queer. La identidad en tiempos de neoliberalismo. Madrid: Égales, 2008.