Poderes de la cura



M. Antonia de Miguel. Psicoanalista

Vigo

Correspondencia: demiguelantonia@gmail.com




Empezaré por decir el a b c del psicoanálisis: si algún poder tiene la cura psicoanalítica es el de la palabra. Ella reposa solo en eso, es su fundamento y aunque no sea su descubrimiento (que la palabra cura) si lo es su invención: la invención de un dispositivo de palabra, en donde ese poder se hace efectivo.


En noviembre del año pasado estuve invitada, por el Colegio de Psicólogos de Galicia, a participar en el Congreso de Psicología de la Salud. Entre todos los practicantes de la clínica actual, yo era alguien aparte, alguien distinto, invitada por ser una clínica veterana y fiel desde el inicio de su práctica al psicoanálisis, es decir que fui invitada como psicoanalista.


Todo mi trabajo en este Congreso, tenía un eje, el del poder de la palabra, el único poder en la práctica psicoanalítica, la única que se evidencia en el dispositivo que Freud inventó para regular y hacer un uso ético de este poder. Este dispositivo es −por todos los que estáis aquí conocido y más aún reconocido− el de la asociación libre y la interpretación. Entre la asociación libre y la interpretación que son las formas de presencia del analizante y del analista en un análisis, está el inconsciente. El inconsciente que se espera que salga a la luz en la asociación libre y sea capturado en la interpretación.


Hoy no estoy en el Colegio de Psicólogos, estoy en la Otra psiquiatría y tengo la libertad que me da este lugar para exponer sin el trabajo suplementario de convencer. Es una tranquilidad, de verdad.


Para Freud, la vía regia de acceso al inconsciente son sus formaciones: el lapsus, el olvido (memoria de la histeria), el sueño, el síntoma en su estructura de lenguaje, formas diferentes de la palabra, y que no dejan de ser todas ellas: palabra, palabra, palabra.


El desarrollo que Lacan hace de Freud no abandona esta línea. Basta con ir a sus seminarios, y escoger uno cualquiera, de los primeros a los últimos. Nosotros en la Escuela de Vigo este año y el anteriorestamos trabajando “El deseo y su interpretación”, y el análisis de los sueños ocupa en este seminario un lugar de privilegio, añado que la interpretación de un sueño pasa por ser puesto en palabras por el soñante, por su relato y sus asociaciones.


Este seminario es de 1958 y de 1958 es también el escrito: “La dirección de la cura y los principios de su poder”. En este escrito lo podemos leer claramente: “La dirección de la cura −dice Lacan− consiste en primer lugar en hacer aplicar por el sujeto la regla analítica”, la asociación libre, la palabra liberada de la censura.


Pero no me voy a detener hoy aquí, voy más bien a dar un paso largo, en el que me vais a acompañar un paso hasta 1976: “Prefacio a la Edición Inglesa del Seminario XI”. Este texto lo encontrareis en Intervenciones y textos nº 2 de la editorial Manantial o en Los Otros Escritos.


Lacan en su forma de trato de lenguaje, en especial en la forma de trato del lenguaje que encontramos en los textos a partir de los 70, sigue presentando las formaciones del inconsciente –a las que sigue dando un lugar de privilegio– como vía de acceso al inconsciente que en esta etapa de su enseñanza, denomina el inconsciente real. De entre ellas, en este texto que acabo de señalar, una destaca de entre todas: el lapsus.


Leo textualmente: “Cuando el esp. de un laps, o sea, dado que  solo escribo en francés [es también válido para castellano] el espacio de un lapsus, ya no tienen ningún alcance de sentido (o interpretación), tan solo entonces puede uno estar seguro de que está en el inconsciente. Uno lo sabe, uno mismo”.


Al análisis se llega de manera general por el sin-sentido, con un síntoma o con una pregunta que hace padecer, precisamente porque no se encuentra allí un sentido que responda suficientemente, razón por la que se busca un analista del que se espera esa respuesta en la interpretación. Pero la cura psicoanalítica termina como empieza ya que la trasferencia, que es la que concede al analista el poder de la interpretación, o sea, de la búsqueda de sentido, tiene que liquidarse al final y esa liquidación pasa por llegar de nuevo al inicio, al sin-sentido, que tiene una incidencia diferente en el inicio y en el final después de haber recorrido, todo ese espacio intermedio que Lacan señala en este texto y que evoca el tiempo de desarrollo de la historia subjetiva: hyste-orización, con este neologismo denomina Lacan a la forma en que un análisis se desarrolla: en el modo histérico de la pregunta y en el modo en que un sujeto va a hacer en su análisis –modo al que nunca renuncia– la evocación y la reconstrucción de su historia subjetiva.


Recordaré la forma privilegiada en la que Freud encuentra ese sin-sentido de la lengua, en la psicopatología de la vida cotidiana, en el lenguaje de los niños, y también en la psicosis, paradigmas del poder de la palabra en el psicoanálisis.


“Los niños y los locos dicen la verdad”, no es eso un lugar común? Freud dice otra cosa: los niños y los psicóticos nos dan a ver el inconsciente a cielo abierto, el inconsciente al desnudo. Lacan lo dice de otro modo. En el laleo del niño, en su bla, bla, bla gozoso, en la metonimia del lenguaje en la psicosis alcanzamos lo real del inconsciente, su “moterialidad”, juego de palabras entre mot y mat.


Ambos aunque de forma diferente, Freud y Lacan evocan en  esta manera de manifestación del inconsciente la amalgama de goce y lenguaje. Satisfacción pulsional que elude la represión dice Freud, goce-sentido lo nombra Lacan.


Palabra y afecto se encuentran paradigmáticamente unidas en la lengua del niño, en la lengua de la psicosis. Palabra y afecto se amalgaman en el síntoma en el inicio de la cura, y se separan a lo largo de la misma, para de nuevo unirse al final de otra forma.


Al principio está la transferencia que confiere todo el peso del sentido a cada palabra emitida, es la palabra en compañía, al final está la soledad de la lengua, la palabra que goza sola. Solo, el sujeto en compañía de su cuerpo afectado por el lenguaje.


Para Freud la vía regia de acceso al inconsciente es el sueño, para Lacan el lapsus…


En cualquier caso vuelvo a Freud aunque termine en Lacan y vuelvo el Freud de la psicopatología de la vida cotidiana; Freud analizante/ Freud analista, al Freud que treinta años después de la publicación de la psicopatología vuelve a colocarse en la posición de analizante en “Sutilezas de un acto fallido”. Leído desde Lacan este Freud ocuparía el lugar de quién da cuenta de su pase, del trabajo hecho con sus formaciones del inconsciente para alcanzar algún saber sobre el inconsciente que nos determina, saber que traslada a la comunidad analítica.


La elección que he hecho –en la psicopatología de la vida cotidiana– es el de un lapsus cualquiera que por otra parte no lo es, ya que es un lapsus que Freud comete en la relación a su hija Ana; A esta hija 30 años después, en “Sutilezas de un acto fallido” le ofrece ya como analista, de nuevo un lapsus esta vez para que ella lo analice.


¿Qué es un lapsus sino la intromisión involuntaria de una palabra en el discurso consciente? Tomando en su esencia es  una palabra impuesta un neologismo y en este sentido no analizamos el lapsus en la psicosis porque se podría decir, todo su discurso esta colmado de lapsus, en tanto es una metonimia de las palabras impuestas, de neologismos.


También el lenguaje de los niños tiene esta característica, solo que aquí prima el goce bueno, si así puede decirse, no así en el autismo en la psicosis infantil. Cualquiera que conviva con un niño, ha tenido la experiencia de esos momentos en que los que ese sujeto humano más cerca de lo real que el adulto inventa sus cancioncillas con palabras del lenguaje común, palabras de su vida cotidiana puestas en divertido desorden, sin sentido, unas detrás de otras y corre y salta, y se excita.


Freud, con el ingenio que caracteriza a sus observaciones, nos lo presenta como modalidad del discurso del inconsciente, o del inconsciente a cielo abierto en el “chiste y su relación con el inconsciente”. (Tomo VIII de E.A. págs. 120 a 123)


Lo recuerdo: “En el niño, habituado todavía a tratar las palabras como cosas… advertimos la inclinación de buscar un mismo sentido tras unidades fonéticas iguales o semejantes, lo cual es fuente de muchos errores que dan risa a los adultos.


Un poco más adelante nos sitúa de nuevo en el lado placentero, gozoso del placer del disparate, en el lazo intrínseco entre el lenguaje y lo gozoso “el hombre es un insaciable buscador de placer” y dice en este punto, señala como “en la época en la que el niño aprende a manejar el léxico de su lengua materna, le supone un manifiesto contento “experimentar jugando” con ese material, y entrama las palabras sin atenerse a la condición del sentido, a fin de alcanzar con ellas el afecto placentero del ritmo, de la rima. Sobre ese contento caerá la prohibición, vale decir la represión. Dicho de otro modo el niño acepta las convenciones de la lengua, y toma la opción del sentido, la opción de supeditar su gozo al discurso aunque en años posteriores esto vuelve en los lenguajes propios que a veces el  adolescente inventa para sustraerse y también –dirá Freud– en ese lenguaje que se observa en algunos enfermos mentales un lenguaje creado para uso propio (“Ese contento le es prohibido poco a poco, hasta que al fin sólo le restan como permitidas las conexiones provistas de sentido entre las palabras. Pero todavía años después, los afanes por sobreponerse a las limitaciones aprendidas en el uso de las palabras se desquitan deformándolas a través de ciertos arreglos (reduplicaciones, jerigonzas) o aun creando un lenguaje propio para uso de los compañeros de juego, empeños estos que vuelven a aflorar en ciertas categorías de enfermos mentales. Tomo VIII, obras completas A.E., pags. 120/121).


Ya en la interpretación de los sueños se había referido a la invención de lenguajes nuevos y de formaciones sintácticas artificiales por parte de los niños:


Nos recuerda aquí Freud (Tomo IV, pág. 309) que “las deformaciones léxicas del sueño se asemejan mucho a las que conocemos en la paranoia: “Tanto para el sueño como para las psiconeurosis la fuente común son los artificios verbales de los niños, que en ciertos periodos tratan de hecho a las palabras como si fuesen cosas e inventan lenguajes nuevos y formaciones sintácticas artificiales”.


¿Qué es lo que nos dice Freud y qué de lo que nos dice, podemos rescatar para nuestro trabajo?: Nos dice la particular forma en la que el psicoanálisis va a tratar la palabra. La palabra hace al hombre un afectado, un enfermo del lenguaje y la palabra le restituye también su salud al permitirle dar por su mediación un nombre nuevo al síntoma, una invención de un nuevo significado que no sea solo el que hace sufrir.


El inconsciente es lenguaje sin gramática que se gramaticaliza en “la decisión insondable del ser” de entrar en el sentido y que recupera su valor de goce sin sentido común pero con nuevo sentido después de un análisis. Esto ssría analizar "lo infantil" (ver C. Soler).


Estas referencias constantes al léxico, al lenguaje del niño nos llevan a leer “lo infantil”, tan caro al psicoanálisis, de otra forma, se podría decir de forma Lacaniana.


Analizar es ¿“buscar lo infantil”?, no exactamente ya que no hay que pensar que el niño sea infantil; al contrario, él está más cerca de lo real (Tomo esta referencia del libro de C. Soler: “El inconsciente reinventado”).


C. Soler en el “Inconsciente reinventado” dedica un espacio a esta forma de leer el inconsciente del niño y concluye: analizar es buscar al analfabeto. Recuerda aquí C. Soler un pregunta que formuló ya en un artículo hace muchos años, que los que trabajamos y hemos trabajado con niños discutimos con interés en alguno de los seminarios que organizábamos sobre psicoanálisis de niños, se preguntaba en él cómo era analizar a un niño que todavía no sabía escribir y en el que por lo tanto, los equívocos de la lengua tenían otra dimensión.


Si analizar es intervenir sobre el decir, sobre el equívoco, sobre la palabra que se sustrae a la norma, ¿cómo es analizar a esos analfabetos que son los niños en tanto al no haber alcanzado la escritura, los equívocos tendrían otra dimensión? Esa era la pregunta, pregunta que ahora sería otra, ¿Hay analizantes que no sean analfabetos si pensamos que el síntoma, escrito en la lengua del inconsciente, lo es siempre? El síntoma está escrito sin ortografía, sin sintaxis, está escrito en la lengua que precede al aprendizaje del lenguaje en el sin sentido y así lo reconoce Freud en las formaciones del inconsciente, formaciones disortográficas podríamos llamarlas y que tienen su paradigma en el léxico del sueño, en la lengua de la esquizofrenia, en el lenguaje del niño que juega con el disparate.


En el psicoanálisis el poder que alcanza la palabra, (poder por otra parte reconocido en todo el ámbito social valga como  ejemplo la dimensión  jurídica que alcanza el maltrato psicológico o la injuria) en psicoanálisis el poder de la palabra se instala en esta particular dimensión, la que va del sin-sentido del laleo del niño, al sentido sintomático hasta disolverse de nuevo en el sin-sentido o en la descarga del sentido padecido, descarga de la palabra del sufrimiento anómalo al final de un análisis.


Si el lapsus en el más puro sentido Freudiano es vía regia para el acceso a este inconsciente que es el inconsciente real lacaniano lo es porque su estructura es la misma que la del síntoma y porque puede aplicarse al síntoma ese mismo “esquema que Lacan utilizó para el lapsus” “solo cuando el significante de un síntoma no tiene ya ningún alcance de sentido, estamos seguros de hallarnos en el inconsciente, en el inconsciente real, que es inconsciente gozado” (C. Soler, El inconsciente reinventado).


Hacer esta diferencia entre inconsciente real, convocar esta forma del inconsciente diferente del inconsciente a la búsqueda de sentido es también convocar al inconsciente en su diferencia al inicio de un análisis y al final del mismo. La diferencia entre el inconsciente supuesto por la transferencia y el inconsciente que sigue existiendo al término de la transferencia cuando esta se disuelve. Porque aunque todos lo sabemos, formularlo es importante, un analizante analizado sigue teniendo inconsciente, afortunadamente aunque su relación con el inconsciente sea diferente, su relación con “el no quiero saber nada de eso” sea otra en tanto está sostenida por el saber que le ha dado un análisis: “sé que no quiero saber nada de eso” y por tanto tengo que tenerlo en cuenta.


Al curso de los años 2008/2009 de J.A.M: “Sutilezas analíticas” debo haber reparado en este cortísimo texto de Freud: “La sutileza de un acto fallido” en el que he dicho al comienzo que iba a detenerme. Miller nos recuerda que un analista sigue aprendiendo de su inconsciente y por eso trae este artículo de  1933, donde Freud se coloca ante sus lectores no como analista sino como analizante que testimonia de su inconsciente. “Ser analista –dice– no es analizar a los demás, sino en primer lugar seguir analizándose, seguir siendo analizante. La otra vía seria la infatuación, es decir, si el analista creyera estar en regla con su inconsciente”.


El analista aún analizado, sueña, lapsea, hace actos fallidos y carga de otra forma con su síntoma, seguro, pero sigue estando prendido del inconsciente que lo determina.


Con todo esto vuelvo entonces a Freud y al lapsus: a sus lapsus, que he dejado en suspenso después de nombrarlos pues son los suyos los que nos ofrece con más abundancia en la psicopatología de la vida cotidiana y es uno suyo de nuevo el que gentilmente ofrece al análisis de su hija, también de nosotros, sus lectores más de 30 años después de haber publicado la psicopatología de la vida cotidiana, en esta Sutileza de un acto fallido.


Estas dos referencias son tan breves que voy a leerlas al pie de la letra:


Psicopatología de la vida cotidiana. En la Edición de Amorrortu Tomo VI. Pág. 64.


A mi hijita, que acaba de morder una manzana con feas maneras, quiero citarle estos versos:


“El mono {Affe} suele hacer monadas, y más si come una manzana {Apfel}”. 


Pero empiezo: “El Apfe…” {palabra inexistente}. Esto parece una contaminación “Affe” y “Apfel” (formación de compromiso); también se puede concebir como anticipación de “Apfel”, que yo me aprontaba a pronunciar. Pero, más precisamente, las cosas pasaron así: Ya había iniciado antes la cita, y no me trastrabé 

entonces. Sólo cometí el desliz al repetirla, lo cual fue necesario porque la interpelada, absorbida por otro asunto, no me oyó. Así me veo obligado a incluir en la motivación de esta equivocación en el habla que se presenta como una operación condensadora, a aquella repetición, junto con la impaciencia, que ella supuso, por despachar la frase.


Antes de ofrecernos este “lapsus linguae” Freud se sitúa al lado y frente a Wundt para señalar que el efecto de contacto entre sonidos, no explica todo el trastrabarse y que hay allí algo más, que será lo que el psicoanálisis va a escuchar, “un influjo perturbador de algo fuera de la oración intentada, y eso perturbador es un pensamiento singular que permaneció inconsciente, que se da a conocer por medio del trastrabarse y que la mayor parte de las veces solo puede llegar a la conciencia mediante un detallado análisis”.


No hay aquí un análisis detallado pero como analistas y con las indicaciones de Freud basta para extraer el afecto, dicho de otro modo lo pulsional que subyace al lapsus: el deseo que será intenso de hacerse escuchar por su hija, la impaciencia, el afecto airado, de no ser escuchado… En cuanto a la repetición y a la condensación, no voy a desarrollarlo ahora, son mecanismos ligados íntimamente al funcionamiento del inconsciente.


1935, treinta y tantos años después: La sutileza de un acto fallido: A.E, Tomo XXII. Pág. 230.


Preparaba un regalo de cumpleaños para una amiga, una pequeña gema destinada a ser engarzada en un anillo. Sobre una tarjeta rígida en cuyo centro se había fijado la piedrecita, escribo: “Bueno para hacer confeccionar un anillo de oro en casa del orfebre L. … para la piedra enviada, que muestra un buque con su vela y timón”. En el lugar que ocupan los puntos suspensivos, entre “orfebre L.” y “para” {für}, había empero una palabra que debí tachar porque no venía para nada al caso, la 

palabrita “bis” {hasta}. Ahora bien, ¿por qué la escribí?


Tras relatar ese acto fallido Freud le ofrece al análisis, un pequeño texto lleno de indicaciones:


Aparición de un significante en más “bis” entre dos sentidos.


1 - Un sinsentido entonces que en el análisis llama un primer lugar a la búsqueda de sentido. “Para transformar un error en lapsus hace falta suponer una intención inconsciente –creer en el inconsciente.


2 - Solo en la transferencia esta búsqueda de sentido tiene su razón de ser, dicho de otro modo precaución o más bien prohibición para el análisis silvestre. Búsqueda de un significado para un significante solo y búsqueda en la historia singular del sujeto.


3 - Debajo de este sin-sentido consciente reposa y lo sostiene “un conflicto pulsional”. Ligazón entre palabra y goce, palabra y afecto –Paso del significante a la causa del deseo.


El análisis, más allá del autoanálisis, no anula al inconsciente, aunque se distingan sus emergencias.


Con todo esto Freud no da permiso para ir más allá y eso es lo que hace J.A. Miller en su curso de 2008/2009: “Sutilezas analíticas”.


A la reformulación de la interpretación de su hija que para Freud es insuficiente y a la que ha añadido el componente pulsional, puede entonces añadirse para nosotros los lectores analistas, la relación a la mujer y la pregunta que se abre en Freud sobre la sexualidad femenina que en los últimos textos ya se evidencia claramente como el interrogante sobre lo pulsional femenino que va más allá de penisneid regido por el falo.


J.A. Miller dice en las lecciones de este curso que dedica al análisis de este lapsus: “Forclusión del significante de la mujer”, a la que añadimos: del goce del que no se sabe y que abre a Lacan la puerta para continuar ese desarrollo y todo lo que de nuevo nos ofrece en relación a la sexuación y al “no hay relación sexual” (tema que no desarrollaré en este momento). Del goce sin sentido fálico. Si todo significado es fálico, la sexualidad femenina se separa de un significado para abrirse al sin-sentido gozado, y en eso es paradigma también del trabajo del análisis.


Es dentro de la norma-fálica que se desarrolla el análisis bajo transferencia.


Es más allá del falo y del Edipo que se termina un análisis cuando ya se ha desbrozado, cuando ya se ha agotado la búsqueda de sentido en la historia infantil que está construida en torno a la neurosis infantil y al encuentro con la falta fálica y la castración.


Disuelto el sentido, disuelta la transferencia.


La transferencia –indispensable para iniciar un análisispone al inconsciente en la relación al Otro, al final de un análisis el inconsciente existe de otro modo, es el inconsciente de uno solo, el del sujeto que lo sostiene y que hace finito el análisis interminable. Esto no nos libra de ese el inconsciente que será siempre un compañero del viaje por la vida, lo que hace que, en ocasiones uno vuelva al análisis cinco, 10, 15 años después.


Esta es la tesis de Freud, también de Lacan: “al final de un análisis, el sujeto sigue estando” “sujeto a afectos impredecibles”. (Pág. 48 C. Soler, El inconsciente reinventado) que la palabra origina en su cuerpo.