La Otra psiquiatría del otro lado del Atlántico


Carlos Noseda. Psiquiatra

Buenos Aires


1) Nosotros, del otro lado del Atlántico, argentinos, latinoamericanos, ingresamos a la modernidad como colonia del Imperio de España. Sostiene Marx en el “Manifiesto”: “La gran industria creó el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América”, (soy de los que creen que Marx no ha muerto, sino que Marx ha vuelto). Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha convertido en capital europeo o, más tarde, norteamericano. Como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. “En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se transfigura en chatarra, y los alimentos en veneno”, afirmaba Eduardo Galeano en Las Venas Abiertas de América Latina.


2) Tal situación de carácter estructural también se reflejó en el campo intelectual. La existencia de “un aparato de colonización pedagógica” (A. Jauretche, J.A. Ramos) continúa siendo un aparato ideológico eficaz de dominación. Vivimos esperando que desde la metrópoli venga la verdad. Desde Viena primero, desde Londres más tarde y finalmente de París. Esto tan manifiesto en el pensamiento socio-político, tiene sus consecuencias también en el campo psiquiátrico y psicoanalítico.


3) Aunque en la actualidad el poderoso aparato cultural académico y periodístico norteamericano ha logrado homogenizar, casi a nivel planetario, un pensamiento único traducido a una lengua única y representado por la clasificación DSM de la American Psychiatric Association que ya no distingue

entre países centrales y periféricos. La C.I.E. de la OMS se ha subordinado en la práctica a la política cultural de América del Norte. Esta imposición de categorías clínicas que ordenan el campo psiquiátrico hegemónico contemporáneo no siempre  da cuenta del complejo fenómeno de recepción de ideas en cada región. Entre otras cosas porque este proyecto hegemónico no ha devenido aún en el paradigma dentro del cual formula sus problemas y encuentra sus soluciones el conjunto de la comunidad de psiquiatras. Un ejemplo de ello es el movimiento de la “Otra psiquiatría”, aquí en Valladolid; o nuestro grupo en Buenos Aires; entre otros que enfrentan de forma crítica este modelo. En este sentido, no hay “una psiquiatría”, hay “psiquiatrías”.


4) quizá entonces podamos acordar que existe un Proyecto Psiquiátrico Hegemónico dentro del cual las enfermedades mentales devienen desórdenes o trastornos de alguna neurotransmisión cerebral. Y que su corrección sería factible mediante la molécula psicofarmacológica apropiada. Una brutal simplificación de la ecuación patogénica y etiológica que fascina a muchos: tanto a los psiquiatras y psicólogos que creen o quieren creer que es así, como a la población que consulta. El abandono de la reflexión psicopatológica corre en paralelo con el auge de las neurociencias. que en su “espíritu de conquista” ambicionan explicar todo el comportamiento humano. Incluso en algunas de sus vertientes pretendiendo localizar en la anatomía cerebral las funciones subjetivas. Es decir, reducir la psique y la subjetividad a la organización y el funcionamiento de “la máquina neuronal”. En una palabra, llevar a la práctica, el viejo deseo, más dormido que superado de suprimir al sujeto.


5) Del otro lado del Atlántico, hemos sido precoces en preocuparnos y ocuparnos de estas cuestiones tan antiguas como actuales. Una vez constituida la primer matriz disciplinar de la psiquiatría en la Argentina hacia 1890 en el siglo XIX, liderada por Lucio Meléndez y su grupo de freniatras en Buenos Aires (como gustaban denominarse) (sigo aquí la tesis central de Juan Carlos Stagnaro); tal matriz inicial siguió, y tal vez, de manera ineludible, los caminos trazados por el positivismo. Formulando sus problemas dentro del paradigma de “Las Enfermedades Mentales” (Lanteri-Laura). Su conformación  también requirió que se crearan las condiciones de posibilidad. Esto es: la creación de “asilos para locos”, manicomios u hospicios. Lugares en que se reunían las condiciones de observación necesarias de la conducta de los alienados. Menciono los dos más característicos de la ciudad de Buenos Aires: “El Borda”, el hospital neuropsiquiátrico de hombres, fundado en 1865 con el nombre de San Buenaventura y rebautizado en 1888 como Hospicio de Las Mercedes, hasta adquirir en 1967 su nombre actual, José T. Borda. Y, por otro lado, “El Moyano”, el neuropsiquiátrico de mujeres. Habiendo sido fundado en 1854 como Hospital Nacional de Alienadas para recibir luego su nombre actual, Braulio Moyano. Todos estos cambios de denominaciones no ocultaron ni pueden ocultar sus características de “institución total” (I. Goffman) ordenadas según la lógica manicomial del encierro.


6) En 1940, Enrique Pichón-Riviere, hijo de inmigrantes franceses, co-fundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina, primera institucionalización del psicoanálisis en Latinoamérica reconocida por la I.P.A., comienza sus trabajos teórico-clínicos con las psicosis, como jefe de servicio en el Hospicio de Las Mercedes. Inventa allí dispositivos terapéuticos novedosos que más tarde denominará: “grupos operativos”. Incluye en su coordinación primero a los enfermeros del servicio y luego a los pacientes mismos. Experiencia inédita en la Argentina y no sé si en el mundo. Décadas antes que aparecieran “las comunidades terapéuticas”. Comenzó al mismo tiempo un trabajo teórico que entre otras cosas lo llevó a su concepción de “enfermedad única” según la cual existiría un núcleo patogénico fundamental de carácter melancólico (depresivo) con respecto al cual todas las enfermedades mentales serían intentos más o menos fallidos de solución. Influido, en este sentido, por la obra de Griesinger. quien afirmaba que “El período inicial de todas las enfermedades mentales (si se exceptúan aquellas de causa orgánica conocida) es un estado melancólico”. Podría decirse que ya realiza una operación intelectual de “recuperación de los clásicos”. Quiero  destacar, entonces, que ya en esa época, Pichón-Riviere, lleva una psiquiatría abierta también a las ideas freudianas al hospicio y la aplica al tratamiento de pacientes psicóticos. Enmarco dicha experiencia como una experiencia “alternativa” a la psiquiatría oficial. Pichón, un ser multifacético, fue un apasionado de la literatura y el arte dedicando gran parte de su obra a la investigación de los mecanismos creativos (“el proceso creador”). Así, tradujo la obra de Isidoro Duccasse, el Conde Lautremont, nacido en Montevideo, Uruguay, en 1846. No se tienen datos muy ciertos sobre lo que fue su existencia tampoco sobre cómo ocurrió su muerte teniendo apenas veinticuatro años. La hipótesis de Pichón es que posiblemente se halla suicidado. Se sabe que sus huesos fueron a parar al osario común del cementerio Norte en París. Pionero desde estas orillas del Río de la Plata de las corrientes surrealistas. Reconocido luego por André Bretón. Esta pasión, por los escritos surrealistas, fue compartida luego con Jacques Lacan, cuando en 1951, Pichón viaja a Europa, y es invitado por “el maestro francés” a su casa en París. Con el tiempo esto los llevaría a entablar amistad. El estudio de la relación entre el arte y la locura juega un papel central en su trabajo teórico. Tomando como punto de partida el concepto de Freud sobre lo siniestro: aquella especie de lo espantoso que es propia de las cosas conocidas y familiares desde tiempo atrás, Pichón observa que lo maravilloso surge como superación de lo siniestro. Y que lo maravilloso es, a su vez, un grado de la belleza. Incluso va a sostener que lo siniestro es una característica preponderante de la cultura española: Goya, Dalí, Picasso (“…cuyos cuadros causan, con mayor profundidad, un matiz muy definido de lo siniestro, que es “lo espantoso”). También ubica esta cuestión en las distracciones populares como “las corridas de toros”, “una ceremonia típica de muerte”, afirma.


7) quiero compartir con ustedes, apenas señalar, muy brevemente otra experiencia. Entre 1956 y 1971, Mauricio Goldenberg, psiquiatra con formación analítica, crea y dirige un  Servicio de Psicopatología dentro de un Hospital General, poniendo en jaque al poder manicomial y demostrando en la práctica que las personas con problemas psiquiátricos podían ser atendidas en los mismos hospitales que aquellos que padecían de cualquier otra patología. Siguiendo en este sentido la dirección iniciada en la década anterior por Ramón Carrillo, la “experiencia Goldenberg” que se conoció como “la escuela del Lanús” (por la localidad de la provincia de Bs.As. donde se encontraba el Policlínico “Aráoz Alfaro” (después Policlínico “Evita”) fue una experiencia fecunda y de múltiples consecuencias para toda una generación de psiquiatras y analistas. Algunos de ellos exiliados en España durante nuestra última dictadura militar de 1976, como Valentín Barenblitt en Madrid y Víctor Korman en Barcelona. La “escuela del Lanús” intentó una amalgama ad hoc de psiquiatría social-comunitaria, terapia familiar y de grupo y psicoanálisis de frontera. La impronta de esta experiencia también significó la invención de dispositivos alternativos al modelo psiquiátrico imperante que generó resistencias.


8) Ambas experiencias y después durante la década del 60-70 otras orientadas por los movimientos antipsiquiátricos, como en muchos otros lugares del mundo, significaron aportes fundamentales a la reforma de los manicomios y a mejorar las condiciones de vida de los sujetos allí alojados. David Cooper estuvo en dos oportunidades viviendo en la Argentina. quizá el aporte teórico para el entendimiento de las enfermedades mentales de estos movimientos no fue uno de sus aportes más significativos, como lo fue la conmoción demoledora a la lógica del encierro manicomial y sus instituciones.


9) 1980: se publica el DSM.III. Han desaparecido misteriosamente no sólo las neurosis sino prácticamente las todas principales categorías clínicas de la “psiquiatría clásica”. El psicoanálisis y los psicoanalistas dejan de ser interlocutores válidos. El acorazado del positivismo psiquiátrico pone su proa hacia la conquista del mundo. Se anuncia "la década del  cerebro”. Un renovado “neuro-cientificismo” más temerario que científicamente sustentado invade la clínica. El psiquiatra deja de construir su saber en el diálogo con sus pacientes a la espera de un saber que es producido por los expertos en los laboratorios de psicofarmacología. La industria farmacéutica se constituye en un actor protagónico. Ingresamos definitivamente en otra época. La psiquiatría se saca de encima el estorbo del sujeto y la subjetividad siempre en conflicto. Al menos, momentáneamente. Es el extravío biologizante más formidable. Se instala una psiquiatría “basada en el delirio de las evidencias”.


Coincidimos con la caracterización que hace F. Colina de esta nueva situación: “…la gran institución opresora ya no es el hospital psiquiátrico sino el discurso de los aparatos ideológicos de la psiquiatría”.


10) La respuesta a la misma del otro lado del Atlántico, no tardará en hacerse oír. Nuestro grupo, entre otros, comenzará un trabajo de crítica sistemática dirigido a desenmascarar los nuevos productos ideológicos.


Sostiene J. C. Stagnaro: “…para encarar una psiquiatría atravesada por una ética respetuosa del sufrimiento humano se debe partir de una crítica radical del modelo biomédico reduccionista en la especialidad”.


Dentro de este marco se inscriben las distintas producciones de nuestro “Capítulo de Epistemología e Historia de la Psiquiatría” de APSA. Se inventan diversos dispositivos a tal efecto:

La creación del Capítulo en sí mismo (Congreso de Psiquiatría de Bariloche-1995)

El lanzamiento de la revista “Temas de la Historia de la Psiquiatría Argentina” (1997)

La realización de los “Encuentros Argentinos de Historia de la Psiquiatría, la Psicología y el Psicoanálisis” (1999)

Desde 2008 la participación de nuestro grupo como  integrante y co-fundador de la “Red Iberoamericana de Historia de la Psiquiatría”

La fundación de la editorial “Polemos” y su colección “Los Grandes Clásicos de la Psiquiatría”.


11) quizá una afortunada síntesis de nuestras posiciones clínicas y de algunas de nuestras preocupaciones teóricas estén reflejadas en la primera publicación del grupo en la forma de libro: “Epistemología y Psiquiatría. Relaciones peligrosas.”


12) Ahora bien, y para ir finalizando, quiero decir que es posible que la época en que vivimos y que el modelo psiquiátrico que se hizo hegemónico condicionen nuestras respuestas y causen un pensamiento crítico capaz de formular un modelo alternativo. Pero algo de esto sucedió también en otras épocas distintas a la nuestra. Lo que quiero decir es que sospecho que hay algo en la cosa que intentamos pensar, la locura, que nos determina más allá del momento histórico-social. que nos hace hacer lo que hacemos. Que nos impone la creación de nuevos dispositivos para contenerla. Y que sin embargo, sigue siendo indomable y no termina de perder su característica de enigma. En su “inquietante extrañeza” los locos y la locura nos conducen a los confines de nuestra racionalidad, “única antorcha”, por otro lado, parafraseando a Freud, “en la psicología de las profundidades”.


13) Por último, quiero señalar algunas similitudes y algunas diferencias. Ustedes inscriben vuestro pensamiento y vuestra praxis en un marco que, creo, queda suficientemente representado por los términos de sus primeros manifiestos donde dicen: “La Otra psiquiatría es sobre todo un grupo de amigos. Además de la amistad convergemos en ella los interesados en el estudio de la psicopatología y el psicoanálisis, en el trato con el loco, en el trabajo en las instituciones sanitarias y la formación de residentes de Psiquiatría y de Psicología Clínica. Ni es una asociación profesional o científica

ni pertenece o pertenecerá a ninguna de ellas…”


En nuestro caso, nuestro grupo intenta pensar algunas cuestiones similares pero no deja de hacerlo en el marco de una institución profesional y científica como la Asociación Argentina de Psiquiatras (APSA) Esto desde ya genera conflictos, muchas veces, y tensiones entre lo que pensamos y los intereses corporativos en juego. Más allá de la pertenencia de cada uno a distintas escuelas de psicoanálisis, instituciones de formación universitarias o instituciones públicas de salud mental.


Y esto como es lógico crea posibilidades y plantea dificultades a la hora de los debates conceptuales que de nosotros se esperan y en los que estamos inmersos. Como decía Roberto Arlt, uno de nuestros grandes escritores: “El futuro será nuestro por prepotencia de trabajo”.