Sujeto, narratividad y psicoanálisis


Antón Casais Lestón. Psiquiatra

Chus Gómez Rodríguez. Psiquiatra

Alcira Cibeira Vázquez. Psiquiatra

Complexo Hospitalario Universitario de Ourense

Correspondencia: jose.antonio.casais.leston@.sergas.es



I. INTRODUCCIÓN


A. En nuestro campo, en cada paciente, siempre se hace patente una dimensión singular y otra dimensión referida al discurso o social. De la queja al síntoma, éste –el síntoma– acabará revelándose como aquello que hace que cada uno, en algo, no logre hacer absolutamente lo que le está prescripto por el discurso de su tiempo; es decir, la empresa de uniformización del discurso hegemónico choca contra el síntoma como verdad singular.


B. Si presentamos la relación entre singularidad subjetiva y discurso a través del síntoma, podemos apreciar fácilmente que cualquier cambio en la estructura del discurso afecta al síntoma y a la posición subjetiva, si ésta también se manifiesta como actitud hacia el Otro social.


C. Pensamos con el término de discurso en una estructura, por ejemplo la sociedad en tanto está estructurada, que no sólo produce y distribuye riquezas y goces, sino que legitima dicha distribución, cohesiona y homogeiniza la sociedad, al mismo tiempo que permite a sus miembros interpretar su presente y elaborar planes en función de expectativas de futuro.


D. Desde principios de los años 70, Lacan intenta caracterizar la nueva situación de la civilización a partir de la modificación del discurso antiguo como consecuencia de la ciencia. Dicha modificación tiene como consecuencia que la cohesión social  ya no se hace a partir de ideales y valores, sino que se realiza a partir de los productos de la ciencia que inundan los mercados. Productos que se proponen como causa de deseo y objetos de goce.


E. Pero no fue hasta finales de los 70, cuando el debate de cambio de discurso se hizo prácticamente universal enmarcado en los términos “modernidad-postmodernidad”. Así situado, es un debate que tiene como principales protagonistas a François Lyotard y Jurgen Habermas.


El primero publicó como libro en 19791 un informe sobre la condición del saber en aquel momento, elaborado a demanda de las autoridades universitarias de quebec (Canadá). Lyotard mantiene la tesis de que las sociedades que entran en la era postindustrial y las culturas en la era postmoderna –a finales de los años 50 del siglo pasado–, se caracterizan por la incredulidad en los grandes metarrelatos (idealistas, cristianos, marxistas, liberales, etc.) al mismo tiempo que el saber y su legitimación cambian de estatuto, J. Habermaspublica al año siguiente El discurso filosófico de la modernidad cuestionando las tesis del primero y planteando la modernidad como un proyecto inacabado. El debate estaba servido.


Bauman3, aceptando la diferencias modernidad postmodernidad pero con nueva terminología (modernidad sólida-modernidad líquida) afirma que en el contexto actual, los vínculos humanos, a los que antiguamente merecería la pena sacrificar los intereses individuales, devienen cada vez más frágiles y se aceptan como provisionales y la sociedad es 

  


1 JEAN- FRANÇOIS LYOTARD. La condición postmoderna. Madrid, Cátedra, 12ª edición, 2014.

2 JURGEN HABERMAS. El Discurso filosófico de la modernidad. Katz editores, cuarta reimpresión, 2013.

3 ZYGMUNT BAUMAN. Tiempos líquidos. Tusquets, 5ª edición, 2015.





tratada como una matriz de conexiones y desconexiones aleatorias de un número infinito de permutaciones posibles. El pensamiento, la planificación y la acción a largo plazo se sustituyen por proyectos de corto alcance que sostienen una vida fragmentada, donde cada paso es respuesta a una serie de oportunidades que precisa de distintas habilidades y organización de recursos. Una vida donde olvidar la información obsoleta y las costumbres añejas es más importante para el éxito futuro que recordar estrategias basadas en un aprendizaje previo”. El aprender a aprender se combina con el aprender a olvidar.


G. En el año 1996-1997, J. A. Miller y Eric Laurent imparten el seminario que lleva por título “El Otro que no existe y sus comités de ética”. En él hay tesis compartidas con Lyotard y Bauman, aunque van más allá: interpreto que comparten la tesis de que los Ideales, los grandes relatos legitimadores se vuelven sólo semblantes, son inconsistentes y por tanto no existen. También comparten la tesis de que dicha inexistencia es correlativa de un sujeto desengañado, errático, a la caza del goce y la plusvalía. Cuestión que tiene como envés la angustia, la impulsión, etc.


Pero además define la época como aquella en la que el sentido de lo real fijado por la ciencia en la época clásica, se volvió un interrogante y ante la pregunta ¿qué es lo real?, sólo se obtienen respuestas contradictorias, inconsistentes, en todo caso, inciertas.


H. Si los cambios entre modernidad y postmodernidad tienen la profundidad que los citados autores exponen, dichos cambios necesariamente afectan a los síntomas y a la posición subjetiva, pero también a las teorías sobre aparato psíquico y a las estrategias psicoterapéuticas, puesto que todos estos aspectos se dejan afectar e influir tanto por el discurso hegemónico como por las ideas filosóficas y científicas dominantes. trataremos entonces de presentar cuestiones generales de las 

psicoterapias postmodernas en este contexto, marcar su diferencia con las modernas y del psicoanálisis con ambas.


I. En todo caso, las psicoterapias postmodernas necesitan para su emergencia un contexto de discurso como el citado antes, en tanto supone un cambio en el régimen de la verdad, un cambio de estatuto en el saber, que intentaremos situar más adelante.


II. DEL CAMBIO DE ÉPOCA AL CAMBIO DE CLÍNICA.

PRIMERAS CUESTIONES DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL PSICOANÁLISIS


Si cada disciplina elabora su propio campo conceptual con el propósito de circunscribir su objeto, en psicoanálisis no podría ser de otra manera. En este sentido, no utiliza los términos de modernidad y postmodernidad, sino los de discurso del amo (en donde también se estudia la situación subjetiva en la modernidad) y discurso del capitalismo (con sus variantes), para situar la época llamada, en sociología: postmodernidad.


Sin duda, el psicoanálisis no fue insensible al cambio de posición subjetiva operado en el paso de la modernidad a la postmodernidad, cambio que pudo asumir y dilucidar a partir de la concepción de aparato psíquico elaborado por Freud y de discurso por Lacan. Es a partir de ahí, desde donde puede mostrar la dimensión social del síntoma, sin por ello, sustituir la dinámica de la singularidad subjetiva por una lógica sociológica.


El tiempo vital de Freud (1856 -1939) es el tiempo de la modernidad, por tanto del discurso del amo. En 1929 escribe “El malestar en la cultura”. En aquel momento, la ética del capitalismo puritano prescribía la renuncia a los deseos más singulares en aras de un interés más alto. quedaba siempre un resto imposible de sublimar que sostiene el malestar.


La clínica dominante consistía en síntomas conversivos, fobias, neurosis obsesivas clásicas. El temor de Dios de épocas anteriores había dado paso a la angustia y a la alucinación   cuando en el lugar de Dios se hizo patente el vacío4. Pero, en general, eran síntomas bien recortados, en pacientes con importante conflictividad a nivel del deseo, a cuya satisfacción habían renunciado por amor y/o por la satisfacción de cumplir con el deber. Dado que nunca se renunciaba lo suficiente, ni nunca se estaba a la altura, todo ello se entretejía de la culpa y su manejo. Una clínica donde la interpretación, al liberar el sentido reprimido de los síntomas mostraba su recorrido de eficacia y daba cuenta, no sólo de cómo lo simbólico interfería en lo real del cuerpo (conversiones), sino también de la lógica del saber inconsciente que lo hacía posible.


J. A. Miller sitúa la clínica actual como respuesta subjetiva a unas condiciones del discurso totalmente nuevas con respecto a la modernidad. “Actualmente la crisis no sólo afecta a lo simbólico –en tanto se presenta de forma inconsistente y reducido a semblante– sino que también afecta a lo real. Las respuestas a la pregunta por lo real acaban por ser contradictorias, inconsistentes e inciertas”.


A nivel de la ética, pasamos de la ética del deber (del trabajo y la renuncia del capitalismo puritano) a lo llamado por Eric Laurent “comité de ética”5. ¿Qué son los comités de ética?: “Los comités de ética generalizados, son las figuras con las que la subjetividad de nuestra época intentan restaurar el sentido moral del Otro, mientras convivimos con la fuga del sentido, la paradoja, la confusión de goces, la segregación y el aislamiento, sin que aparezca claramente la instancia decidida a hacerse responsable de ello, de nada”.


Se inscriben en una civilización en la que coexisten pequeños relatos que provienen de religiones, sabidurías orientales, 

  


4 J.A. MILLER, E. LAURENT. El Otro que no existe y sus comités de ética, Paidós, 2005.

5 Idem, p. 25.





poderes del estado, culto a la razón, ciencia, etc. de forma inconsistente y sin que prevalezcan unos sobre otros. Alguien puede mezclar unas tesis del Taoísmo, con otras del positivismo lógico y quedar tan tranquilo.


Consisten en una práctica de parloteo en los que se delibera, se debate, llegado al caso se consigue cierto consenso que sirve de cierta guía moral ante las dificultades de la vida, como manera de soportar la relación con el Otro y sus fallas. Los comités, como práctica del parloteo, no tienen ninguna oportunidad de dar acceso a una relación con lo real que no fluctúe.


La clínica dominante tiene como referencia los llamados trastornos de la personalidad, que lejos de orientarse por un ideal, lo hacen por la búsqueda de goce, búsqueda que plantean como legítima, como teniendo derecho y constituyendo el fundamento de la llamada sociedad hedonista. Son posiciones subjetivas que pueden virar tanto hacía la impulsión, las toxicomanías, trastornos de la alimentación, como hacia la angustia, la “depresión”, el acting o el pasaje al acto. Por otro lado, no está de más recordar las modificaciones en la clínica de la psicosis. En conjunto, una clínica que tiene por referencia el vacío.


Compañeros del Área de Salud Mental de Ourense6, sostienen la tesis de un aumento de la prevalencia de la clínica del dolor, una clínica que tiene como cuadro estrella a la fibromialgia. Efectivamente, son cuadros donde se excluye la palabra, y frente a las dificultades de cernir lo real del cuerpo, un significante en lo real, “dolor”, reúne al cuerpo como dolorido, al mismo tiempo que se evita la división subjetiva. Son cuadros donde los opiáceos se utilizan en una escalada ascendente, no en la búsqueda de goce de separación con respecto al Otro, 

  


6 Nuria Recondo, psicóloga de Área Salud Mental de Ourense.





sino con el objetivo de limitar una dinámica que apunta a la petrificación o a la muerte, es decir, para posibilitar cierto lazo social.


El paso de la modernidad a la situación actual, podemos resumirlo en la clínica a través de sus síntomas paradigmáticos: de la conversión y la anestesia de una parte localizada del cuerpo, al cuerpo dolorido de la fibromialgia, pasando por la clínica del vacío.


III. MODERNIDAD – POSTMODERNIDAD


Modernidad, meta-relatos y ciencia


Antes de continuar, unas palabras sobre modernidad, metarrelatos y positivismo como paradigma de filosofía de la ciencia del primer cuarto del siglo XX, con objeto de tener una pequeña referencia de los cambios a los que aludimos.


1. La modernidad tiene a la Ilustración y a la Revolución Francesa como referentes culturales y políticos. Habermas vincula de forma interna subjetividad, racionalidad y modernidad, y al mismo tiempo sitúa en ese contexto cultural y político, el momento en el que se hace consciente el cambio que se produce en el entorno del 1500 y que luego será conocida como edad moderna. El siglo XVIII es una etapa importante para la cultura, la sociedad, la filosofía, etc., pero la ciencia moderna ya había sido puesta en marcha previamente a partir de Galileo y Newton. En todo caso, autoconciencia moderna que no sólo posibilita el análisis histórico sino también plantearse el futuro.


2. La modernidad significó un específico desarrollo del saber a dos niveles: por un lado, la filosofía, la ética, los valores; por otro, la ciencia. En ambos casos con aspiración universal, como sistemas válidos para todos y para todo.


Según Lyotard, es la particular relación entre ambos niveles lo que caracteriza a la ciencia moderna. Una relación en la que la verdad de los enunciados de la ciencia, es legitimada por la filosofía.


Lyotard los expresa de la siguiente manera: “En el origen, la ciencia está en conflicto con los grandes relatos. Pero en tanto la ciencia busca lo verdadero, debe legitimar sus reglas de juego”. Es entonces cuando mantiene sobre su propio estatuto un discurso de legitimación que se llama filosofía. Se decide llamar “moderna” a la ciencia cuyo metadiscurso –la filosofía– recurre a tal o cual gran relato, como la dialéctica del espíritu de Hegel o cualquier otro, para legitimarse.


En este contexto, la regla de consenso entre interlocutores de un enunciado con valor de verdad, será considerada aceptable, si se inscribe en la perspectiva filosófica o gran relato de referencia.


3. Si conciencia y mundo son los ejes sobre los que gravita el modo de pensar moderno, la representación del mundo por la conciencia, es el enlace entre ambos. La inquietud de la subjetividad moderna es la búsqueda afanosa de la seguridad cognitiva, intentando garantizar la objetividad a través del método con el fin de conseguir la verdad como certeza de dicha representación de un sistema físico, de sus propiedades y relaciones. Un sistema físico, material, que existe independientemente del observador y anterior a la observación.


En resumen, las afirmaciones verdaderas de la ciencia moderna representan lo existente y sus aceptadas como tales, cuando lo hacen de forma coherente con el sistema filosófico hegemónico del momento; es decir, tal sistema filosófico tiene la función de legitimar el valor de verdad de los enunciados planteados como científicos.


4. Ejemplo de metarrelato paradigmático de la modernidad es la filosofía de la historia como progreso elaborado a partir de las referencias de subjetividad, razón y autoconciencia por un lado y de ciencia, técnica y dominio de la naturaleza por otro. La filosofía de la historia como progreso, gravita sobre la idea de que la humanidad avanza hacia un estado futuro de perfección que es necesario conquistar. Por una parte, a través del desarrollo científico-técnico, perseguirá el dominio ilimitado de la naturaleza, dominio que se identifica con un mayor bienestar social. Por otro lado, mediante la razón, en su lucha contra los perjuicios y la religión, busca un mayor grado de perfección de la humanidad.


No es necesario recordar que la perfección humana sigue tan lejana como siempre y, que el dominio ilimitado de la naturaleza trajo bienestar para unos, desgracias para otros, catástrofes ecológicas… Pero era un metarrelato creíble por la sociedad de la época y legitimadora de la organización de la misma.


En ese o en otro tipo de metarrelatos, como “la liberación a través de la lucha de clases y la conquista del paraíso con el advenimiento del comunismo” o “el enriquecimiento de la humanidad a partir del desarrollo de la tecnociencia capitalista”, es en lo que se muestra incrédula la sociedad postmoderna.


Son relatos que tienen su consistencia, su coherencia, constituyen ventanas simbólicas a través de las cuales la realidad en su conjunto y cada aspecto de la misma en particular, cobra sentido. Por otra parte hacen lazo social. Tienen un aire de familia con el concepto de paradigma en Kuhn, o el de Ideal de yo en psicoanálisis.


IV. POSITIVISMO COMO FILOSOFÍA DE LA CIENCIA: FIN DE LA MODERNIDAD Y COMIENZO DE LA POSTMODERNIDAD


Construcción de la filosofía de la ciencia positivista y crisis

 

A. En el primer cuarto del siglo XX y, en el contexto intelectual de la filosofía analítica y el empirismo lógico, la aspiración del momento, pretende que la ciencia pueda legitimarse a sí misma y desvincularse de la filosofía como metarrelato legitimador. En los años 50 –cuando sitúa Lyotard el inicio de la postmodernidad– va cristalizando su propia crisis que por otra parte había comenzado hace años.


B. Para el empirismo lógico como nueva filosofía de la ciencia defendida desde el Círculo de Viena, que la ciencia pueda legitimarse a sí misma, implicaba sostener la verdad de sus enunciados desde una doble vertiente: por un lado como consistencia lógica, por otro como verdad referencial en el sentido que el dicho representa al hecho sin pérdida.


1. Demostrar la verdad como consistencia lógica suponía sustituir el razonamiento por un cálculo lógico y así evitar los extravíos que el lenguaje provoca al pensamiento en la filosofía clásica, tanto por su sintaxis como por su vocabulario. Pero para realizar dicha sustitución era necesario un lenguaje lógicamente perfecto del que cualquier ambigüedad estuviese ausente. Russell presenta como ejemplo de lenguaje lógicamente perfecto el expuesto en el libro Principia Mathematica (1910-1913) del que es coautor junto a Alfred Whitrhead. Es un texto situado entre Frege y Godel, y representa el intento de formalización de la matemática clásica.


2. La aspiración a la verdad referencial exigía un criterio de significado de los enunciados que permitiera valorar la relación entre dicho y hecho. Con ello, además conseguiríamos un criterio de demarcación entre ciencia y no ciencia. El criterio canónico entre los seguidores del Círculo de Viena afirmaba que el significado de una proposición es el procedimiento que nos permite verificarla, entendiendo por verificarla lo mismo que contrastarla con la experiencia por medio de una serie de operaciones (observaciones, medidas, etc.).


3. Las proposiciones de la metafísica, la ética y la estética en tanto carecían de referentes empíricos y tenían una defectuosa formulación desde el punto de vista de la lógica matemática eran consideradas proposiciones que carecían de sentido y excluidas de la ciencia.


4. Esta articulación entre lógica y referencia quedaba claramente expresada en la tesis de L. Wittgenstein del Tractatus “el lenguaje comparte con la realidad la forma lógica de las proposiciones y, las proposiciones significativas, con sentido, son representaciones isomorfas de hechos posibles”.


5. A partir de este criterio, el conocimiento humano para el positivismo lógico, en tanto filosofía de la ciencia, quedaba dividido en científico y no científico o sin sentido (metafísica, ética, estética). Dentro de la ciencia podía diferenciarse el conocimiento formal (analítico, teórico) y el conocimiento empírico (sintético, observacional). Las proposiciones del conocimiento formal habían de ser verificables por métodos lógicos y las proposiciones empíricas habían de ser verificables por comprobación empírica.


C. Fue necesario que, no sólo la verdad como consistencia lógica y en su dimensión referencial fuera puesta en cuestión, sino también que la pregunta por la realidad, los hechos, la materia, recibiera respuestas que carecen de unanimidad, para que el lenguaje pasara de ser considerado como representando la realidad en la ciencia a crearla, hasta llegar al momento actual formulado por algunos como una etapa de la post-verdad.


Cuestionamiento de la filosofía de la ciencia positivista


La dimensión de la verdad referencial que sostenía el criterio de demarcación entre ciencia y no ciencia, basado en la verificación, fue cuestionada desde diferentes aspectos:


Fue criticado por Popper con tal peso que dicho criterio fue escorando a otros nuevos como confirmación (Carnap) o falsabilidad (Popper). Para Popper había enunciados del psicoanálisis o del marxismo que se podían verificar, siendo él disciplinas que caían directamente en el apartado de pseudociencias.


Si el Wittgenstein del Tractatus afirmaba que la lógica suministra la estructura del lenguaje y de la realidad, en Investigaciones Filosóficas afirma que el lenguaje ordinario es más rico que la lógica y esta no puede darnos ninguna pista para entender aquel y, menos aún, para averiguar en qué consiste la realidad. El significado del lenguaje no es ya su referencia sino su uso. No sólo utilizamos el lenguaje para “describir” hechos como hace la ciencia, sino para rogar, ordenar, crear belleza, etc. Cada una de esas funciones emplea palabras y da lugar a un juego de lingü.stico distinto. Es dentro de cada juego donde un término adquiere significado.


La suerte del criterio empirista de significado, fundamental en el Empirismo lógico, estaba cuestionado desde distintos ángulos.


Esta última tesis de Wittgenstein fue retomada por Austin (¿Cómo hacer cosas con palabras?, 1962) y Searle (¿Qué es un acto de habla?, 1965).


La garantía de verdad como consistencia lógica, fue demostrada como imposible por Godel. En 1931 publica un trabajo titulado “Sobre las proposiciones formalmente indecidibles de los Principia Mathemática y sistemas conexos”, donde toma como objeto de estudio metamatemático el sistema formalizado de los Principia. Se pregunta si es completo y si se puede garantizar que a partir de los axiomas no se va a derivar ninguna contradicción. Concluye que hay fórmulas correctamente construidas dentro del sistema formal, que además son verdaderas en el sentido en que afirman que todo   número entero tiene tal propiedad que se puede verificar, pero que ni ella ni su negación son deducibles a partir de los axiomas. Por tanto el lenguaje perfecto buscado es un sistema incompleto. Por otra parte, concluye Godel, que la aritmética básica no puede demostrar su propia consistencia en el interior de sí misma por un análisis metamatemático, de modo que es imposible demostrar la consistencia de ningún sistema matemático más complejo.


En 1962 Thomas S. Kuhn publica “Estructura de las revoluciones científicas” donde aparece el concepto de paradigma y una forma de estudio de la ciencia. Allí afirma que dos científicos con distinto paradigma mirando el mismo objeto, uno ve patos y el otro, conejos.


Por otra parte, la mecánica cuántica ya había puesto de manifiesto los efectos del observador en lo observado.


Entonces, ¿qué es hoy la ciencia?


En la ciencia estamos acostumbrados a pensar una relación entre el enunciado y su real.


a. Por el lado del enunciado, Jesús Mosterin7 dice: “actualmente no hay un lenguaje unificado de la ciencia, no hay un único método de la ciencia, no hay una única descripción verdadera del mundo. En realidad no sabemos muy bien lo que la ciencia es. Pero está claro que la ciencia no es un conjunto de enunciados verificables acerca de nuestras impresiones sensibles”, como pretendía el empirismo lógico.


b. Por el lado de lo real, C. Ulises Moulines, afirma que se ha  

  


7 JESUS MOSTERIN, Prologo a “Filosofia y análisis del lenguaje” de J.J. Acero, Madrid, Ediciones pedagógicas,Nº 33, 2004.









visto obligado a proclamar que no puede ser materialista porque no sabe que es la materia. Unas tesis que tienen un aire familiar con la de J A. Miller cuando sostiene que “la época actual está atrapada en el movimiento de una desmaterialización vertiginosa que coronará de angustia la cuestión de lo real. Una época en la que el sentido de lo real se volvió un interrogante”.


V. MENTE Y CEREBRO


A. La modernidad también dejó una serie de oposiciones, importantes para nuestro tema en tanto nos dan el marco de las teorías sobre el sujeto. Me refiero a los dualismos naturaleza –espíritu, instinto– razón, sensibilidad –entendimiento, saber científico– creencia, fe.


Oposiciones que fueron pensadas de distintas formas a los largo del tiempo, en función de la tesis filosóficas y científicas dominantes en cada momento. En ocasiones de forma dualista (Descartes, metáfora de ordenador de la psicología cognitiva), en ocasiones eliminando uno de los polos de la oposición como en los monismos psicofísicos tanto del conductismo como en la famosa “década del cerebro” de los años 90.


B. El empirismo lógico del Círculo de Viena tuvo al conductismo como la única teoría de la mente de carácter científico.


Actualmente hay un amplio consenso alrededor de la tesis que afirma que el sujeto humano se comporta de tal manera, que muestra un alto grado de autonomía funcional e independencia no aleatoria con respecto a los estímulos inmediatos del medio descritos en términos físicos; es decir, el hombre no es una rata, aunque en ocasiones sea difícil realizar un diagnóstico diferencial.


Sin duda, la década de los 50 fue el momento de crisis generalizada de prácticamente toda las tesis vinculadas a  empirismo lógico, también a nivel de concepción del aparato psíquico. En 1948 se celebra en Pasadena (California) un simposio patrocinado por la fundación Hixson. En él se realiza la crítica más profunda del conductismo y la sustitución de dicho paradigma por la teoría cognitiva.


Ender Tulving y Michel Madigan en los 60 y John Flavell en los 70, ponen en escena los procesos metacognitivos. Premack y Woodruff (1978) estudiando el comportamiento de la chimpancé Sara, se dan cuenta de que realiza una serie de procesos más tarde englobados como procesos de mentalización.


C. Cognición, metacognición y mentalización se articulan en la llamada Teoría de la Mente; una teoría que parte del siguiente supuesto: el aparato psíquico es una estructura y, por tanto las funciones y alteraciones de la misma no se dan aisladas. Para los teóricos de esta corriente hay una estrecha relación entre pensamiento conceptual, la conciencia reflexiva humana (autoconciencia, metacognición), la capacidad de inferencia y computo sobre el mundo mental de los demás (mentalización), la comunicación interpersonal o la capacidad de elaborar planes y proyectos propios.


De tal manera esta estructura funciona articulada, que el que tenga problemas a la hora de utilizar el lenguaje de forma metafórica, con las posibilidades de polisemia y sinonimia, también los tendrá en las operaciones de mentalización. En determinadas estabilizaciones de psicosis con este tipo de problemas, vemos que el paciente no escucha nada más allá de lo que se dice, ni percibe nada más allá de lo que se ve.


La Teoría cognitiva –soporte de la Teoría de la Mente– tiene entre sus propuestas más difundidas la metáfora del ordenador para explicar la relación mente-cuerpo: la mente sería el programa (lenguaje) y el cuerpo biológico sería el hardware. De este modo, la intersección de las cualidades básicas del aparato psíquico tales como motivación, emoción y cognición tienen como referencias últimas biología y lenguaje, como una forma particular de la relación pensamiento (palabra, símbolo, concepto) - cosa.


La capacidad de representar la realidad exterior y las propias necesidades (sexuales, emocionales y afectivas) tiene las mismas referencias.


Ahora bien, el concepto de necesidad supone una estructura de homeostasis cuya esencia es un principio interno de autorregulación y adaptación al medio. Si esta estructura se desequilibra, decimos que el individuo se encuentra en “estado de necesidad” y por tanto necesita un objeto, apropiado a esa necesidad para que se pueda volver al estado de equilibrio u homeostasis. Para conseguirlo, el ser humano dispone de la capacidad de representar la realidad a partir del lenguaje. Las demandas serían las representaciones simbólicas, psíquicas, llamadas deseos, de cada una de las necesidades.


Esta es una presentación simple de la articulación entre necesidades, capacidad de representación, capacidad simbólica.


Al final se trata de un modelo de capas en el cual nada se pierde del orden de la necesidad, que sin embargo tiene diferentes posibilidades: si un mono tiene sed, es capaz de correr por instinto hacia un río y satisfacer esa necesidad.


Si el hombre tiene sed puede analizar la información a su disposición –“Bar Mari-Pili” a 300 m–, y tomar la decisión de acercarse al lugar.


Si en vez de ser un hombre maduro es un niño, puede entonces pedir; “mamá, ¿me traes un vaso de agua?”. Esa demanda no sería más que la presentación verbal de la necesidad. Satisfacer la demanda sería lo mismo que satisfacer la necesidad. Pero si  cuando la mamá se acerca con el vaso de agua, dice “¡yo la quiero en el vasito azul!”, uno empieza a entrever que ahí hay demanda que no es exactamente la representación de la necesidad. Cuando en la siguiente vuelta ya la pide en el “vasito azul, pero grande y con flores”, ya la cosa provoca un parón.


Volvamos entonces sobre la teoría. El aparato psíquico representa –a través del lenguaje– las necesidades como deseos y por tanto, aquellos deseos que sean expresión de necesidades serán deseos objetivos, reales, en tanto expresan la conciencia de las necesidades; pero vía lenguaje se pueden plantear deseos que no correspondan a necesidades –“que el vasito sea azul y con flores”–. En este caso, ¿frente a que estamos?: ¿es un deseo alienado por la sociedad de consumo? , ¿es expresión de capricho si lo hace un niño? ¿es una demanda de un signo de amor?.


Si una demanda así admite tales posibilidades, diferenciar unas de otras se transforma en un objetivo de primer nivel desde un punto de vista terapéutico, incluso de la planificación política.


Se le preguntó a la sociología, a la antropología, cuáles eran las necesidades reales de la gente, y apareció el relativismo cultural; también se le preguntó a la ciencia ¿que tengo que comer?, ¿cuánto tiempo tengo que correr al día?, ¿cuántas relaciones sexuales a la semana?, etc. La cuestión es que la ciencia puede decir cuáles son las necesidades de un organismo biológico para mantener su homeostasis pero no de un sujeto.


En todo caso, la Teoría de la Mente complementada por el cerebro, más la concepción oportuna sobre la relación entre ambos, conforman un sistema válido para todos, del que está excluido la singularidad de cada uno. Implica un aparataje teórico importante a partir del cual cada sujeto, incluso cada sistema en el que participa, puede ser objeto de estudio a partir del cual poder determinar –por un experto– si ese sujeto  representa de manera objetiva la realidad y sus necesidades, así como si las satisface dentro de un marco de valores apropiado.


Llamamos modernos a los modelos sobre aparato psíquico, desarrollo cognitivo (como por ejemplo el de Piaget), o estrategias psicoterapéuticas que tengan un carácter general que supongan un experto que conoce más objetivamente que uno mismo los déficits y necesidades que le son propias así como las estrategias para solucionarlos del que se erige director del proceso en función de sus conocimientos. El médico es el paradigma de este tipo de modelos, y si alguien tiene un ictus, un experto es lo más recomendable.


D. (psicoanalisis). La relación mente-cuerpo, la relación biología-lenguaje como casos particulares de la relación símbolo-cosa, a partir de la metáfora del ordenador citada, es pensada en una relación de exterioridad, el lenguaje tiene una función instrumental y hace imposible explicar un síntoma conversivo donde el lenguaje interfiere en la biología.


El psicoanálisis plantea que la constitución del aparato psíquico como efecto del lenguaje incluye –en un primer momento– al cuerpo en tanto cuerpo pulsionado como un real interior al propio aparato psíquico que supone la exclusión del sujeto de la necesidad, del objeto de la necesidad y de las leyes de la homeostásis. La diferencia entre el instinto y la pulsión, es que esta última puede satisfacerse con un objeto totalmente ajeno a la necesidad en tanto va a ocupar el lugar vacío dejado por la exclusión de esta última. Posteriormente, a nivel de la castración, la pulsión es retomada a nivel psíquico como fantasía. Es una de las vías para pensar la articulación “mente-cuerpo” superando la relación de exterioridad entre ambos. Todo ello tiene como consecuencia la diferencia entre necesidad, demanda, deseo, amor y goce o entre saber y verdad.


El psicoanálisis, a partir de Lacan, diferencia dos caras de la verdad: por un lado, una verdad estrictamente formalizada a partir de la cual la ciencia opera sobre lo real de la física y/o fabrica objetos que surgen de la imaginación de los sujetos; una verdad formal que se reduce al manejo de letras y números y a la que Lacan se refiere con el término saber. Por otro lado está la verdad singular del sujeto que dice como síntoma el sufrimiento que la ciencia excluye, en tanto el síntoma es precisamente lo que hace que cada uno, en algo, no logre hacer absolutamente lo que le está prescrito por el discurso de su tiempo. Dicho de otro modo para el tema que nos ocupa, la universalización de la ciencia, actualmente como discurso hegemónico, choca con la singularidad del síntoma.


En nuestro campo somos destinatarios, receptores de esa verdad subjetiva como sufrimiento excluido por la ciencia. Un sufrimiento que hunde sus raíces en los efectos del lenguaje sobre el cuerpo con las consecuencias de negativización del instinto y surgimiento de la pulsión.


A la relación entre la verdad como sufrimiento y la verdad como saber nos podemos aproximar a través de la relación entre una verdad indecidible y el saber consistente para Godel. Están articuladas, pero una excluye a la otra. Una proposición indecidible puede ser verdadera pero no se puede demostrar, ni ella ni su negación, a partir del conjunto de axiomas de partida. A partir de un saber consistente se pueden derivar protocolos pero siempre se escapará una verdad. Hoy presentar el sufrimiento singular como parálisis conversiva es muy complicado porque la neurología te atrapa como histeria. Pero como el inconsciente aprende, puede presentar dicho sufrimiento como fibromialgia donde finalmente lo que cuenta es si el paciente dice “me duele”. Y ahí, aún no lo atrapa la ciencia.


No se trata por tanto de una cruzada humanista contra la ciencia, sino que se trata de indicar los límites de la misma 

cuando lo que está en juego es el sujeto y este manifiesta su singularidad en el síntoma, en el deseo, amor, goce, también en la elección del partenaire, en la ética, etc.


VI. POSTMODERNIDAD. PSICOTERAPIAS NARRATIVAS.


El pensamiento postmoderno supone nuevas respuestas a preguntas básicas que atraviesan la historia del pensamiento; preguntas como “¿qué relación hay entre las palabras y las cosas?” o ¿en qué consiste el significado de una expresión? En tanto que las respuestas afectan al estatuto del saber y a sus formas de legitimación.


Si la modernidad propuso la razón abstracta, sistemas filosóficos, valores y ética con carácter universal; si concibió la ciencia –a partir de la física de Newton– también como única y universal manera de representar una realidad que existe separada del observador pero susceptible de ser conocida de forma objetiva”. Todo ello fue cuestionado y, a partir de ahí se abrió la posibilidad de sostener nuevas tesis como “el lenguaje no representa la realidad, la constituye”.


Fue necesario pasar por “no creer en los metarrelatos”, el cuestionamiento de la epistemología positivista y la desaparición del paradigma conductista –tan científico– para que la tesis “el lenguaje no representa sino que construye la realidad” pudiera plantearse.


Al hacerlo, aparece igualmente cuestionado lo que se entiende por conocimiento, realidad, identidad, verdad, historia, poder, etc.


A nivel subjetivo, a parte de la aplicación de las anteriores categorías al caso, también se cuestiona como se ve implicada la relación mente cerebro previa en tanto las palabras “no reflejan o expresan” sino que dan forma y significado a nuestras experiencia, sentimientos y afectos.


Todo ello tiene consecuencias en el trabajo terapéutico y en la posición del terapeuta en relación al paciente/cliente:


1. En las psicoterapias dentro de la tradición moderna se parte de que el terapeuta posee un conocimiento experto sobre la naturaleza humana, sabe cómo deben ser las personas y las relaciones humanas sanas y, desde ese saber se posiciona como observador objetivo del caso, realiza un diagnóstico y planifica las intervenciones con el objetivo de que el paciente/cliente recupere la normalidad de acuerdo con el metarrelato de referencia, por ejemplo la teoría de la personalidad u otro. Sin duda esta estructura supone una diferencia de jerarquía entre terapeuta y cliente/paciente.


2. En las psicoterapias postmodernas todas esas categorías son cuestionadas:


2 a. El proceso terapéutico es visto como una actividad conversacional a través de la cual le damos significados a nuestras experiencias en el mundo, una actividad en la que participan conjuntamente terapeutas y clientes como compañeros o socios por fuera de cualquier jerarquía, dado que el terapeuta no es el experto que sabe a partir de un discurso universal y por tanto homogeinizador, por ejemplo la Teoría de la personalidad.


2b. Las experiencias a considerar en la relación terapéutica son introducidas fundamentalmente por el cliente/paciente; luego son consideradas desde diferentes perspectivas o puntos de vista desde donde el cliente elabora las respuestas a sus preguntas sin la pretensión de que tales respuestas supongan una coherencia interna ni en relación a cualquier teoría.


2c. Para distintas corrientes psicoterapéuticas de la postmodernidad, todos, incluidos los terapeutas, entendemos las cosas desde alguna perspectiva, desde algún Ideal del yo. La consecuencia que cierra el círculo es No hay objetividad. En la  toma de decisiones pueden participar otras personas además del terapeuta cliente. Las decisiones tienen un aire de comité.


3. Resaltamos entre sus propuestas, las siguientes tesis:


3a. Un sujeto desde su punto de vista, su ideal, elabora los significados de la experiencia personal.


3b. El Ideal no está ocupado por un metarrelato universal y válido para todos sino por distintas ideas que no tienen por qué ser consistentes entre sí; son elaboradas por cada uno, en un movimiento de valorización de la diferencia y crítica de la homogeinización.


3c. Dado que la experiencia se elabora desde este punto de vista, cada uno con el suyo, no hay ninguna pretensión de objetividad.


4. La tesis “el lenguaje no representa, si no que construye la realidad” es central en las nuevas psicoterapias. En distintos autores, una realidad simbólico–imaginaria completamente desenganchada de lo real. Al contrario que en la epistemología positivista, no es tan importante el hecho, como la forma y el punto de vista desde donde se dice el dicho.


5. El punto de vista desde donde se habla no es la actividad metacognitiva, es el punto de apoyo de la misma, que igualmente es el punto de apoyo de los metarrelatos, paradigmas o I(A). Cambia el hecho de que en los metarrelatos tienen vocación universal y las narrativas tienen vocación particular.


Diferencias psicoanálisis discurso modernidad y

postmodernidad (narrativas)


Un paradigma comparte con un Ideal el ser ventanas simbólicas a partir de las cuales se da significado a lo percibido; pero   además un Ideal es el lugar desde donde el sujeto se ve –como es visto por el Otro– bajo la forma en que le agrada ser visto. Es decir que al potenciar esta dimensión, se potencian identidades yoicas reducidas al fantasma. Fantasma y realidad se acaban confundiendo, cuestión totalmente excluida en la modernidad.


El psicoanálisis, por el contrario va en la dirección de provocar la disyunción entre el sujeto y el Ideal, de tal manera que toda construcción de identidad del yo de carácter simbólico-imaginaria aparece como semblante e imposible de suturar la división subjetiva.


A una identidad simbólico-imaginaria, lista para llevar, que posibilite empoderarse –no ya emanciparse– en esa matriz de conexiones –desconexiones que es la sociedad para Bauman, el psicoanálisis opone su referencia a un real que se expresa en el síntoma, en la repetición, en el goce, en acto ético, en la singularidad subjetiva. Una referencia que se escapa al ideal y a partir de la cual puede surgir –a través de la interpretación– un deseo singular donde había sufrimiento y goce.


El psicoanálisis opuso a la razón universal y a la conciencia objetiva de la modernidad, el inconsciente, el pensamiento inconsciente.


En la actualidad opone, a la construcción simbólico imaginaria de la postmodernidad, lo real como referencia.