Patologización del sufrimiento.

Estigma y enfermedad. Trauma y resiliencia

Patologization of suffering. Stigma and illness. Trauma and resilience


Federico Menéndez Osorio

Psiquiatra. A Coruña.
Correspondencia: femeos@telefonica.net



RESUMEN

Se hace una reflexión acerca del valor y la función del sufrimiento, del dolor y la enfermedad. Una comprensión y visión del estatus y el constructo de lo que entendemos por sufrimiento, que no quede reducido a una sola óp- tica patológica y biológica.


Se hace un recorrido histórico al respecto del lugar que ha ocupado el sufrimiento en el pensamiento y en las distintas culturas y escuelas filosóficas a lo largo de los tiempos.

Se constata como el sufrimiento es indisociable a la condición humana y a la existencia, como función de superación, creatividad y sabiduría.


el sufrimiento no está registrado en la geografía del cuerpo, sino que remite a un cuerpo subjetivo, cuerpo simbólico. es desde las experiencias subjetivas como podremos escuchar el sufrimiento en la clínica a través de los relatos, las narraciones, las biografías y las historias de cada sujeto; lo que va a constituir la identidad narrativa.


Se aborda una visión de la enfermedad, no como déficit, ni como carencia, ni como entidad negativa, sino como otra forma de ser-en-el-mundo y como un proceso adaptativo, reconstructivo y creativo. es desde esta óptica como la idea de enfermedad y estigma en tanto entidad negativa, carencia y estigmatizadora se cae por su propio peso, quedando


únicamente el argumento estigmatizador como falacia segregadora y excluyente.


Por último, se aborda el concepto de trauma y resiliencia, concepto este último tan importante e indisociable como el de trauma.


Se concluye con la necesidad de no patologizar ni “traumatizar” todo sufrimiento, ni los malestares y avatares de la vida. Se recoge en este sentido la voz de alarma que la revista British Medical Journal, hizo en el año 2001 contra la medicalización de la vida proponiendo varias premisas al respecto.


PALABRAS CLAVE: Sufrimiento. Dolor. enfermedad. Patologización de la vida. estigma. trauma. resiliencia.


ABSTRACT

the article reflects upon the value and the function of suffering, pain and illness. an understanding and vision of the status and construct of what we understand as suffering, which is not reduced to a single pathological and biological perspective.


A historical perspective shows the place that suffering has occupied in thought and in different cultures and philosophical schools through the ages.


it is noted how suffering is inseparable from the human condition and existence, as a function of overcoming, creativity and wisdom.


The suffering is not registered in the body geography, but refers to a sub- jective body, a symbolic body. it is from subjective experiences that we can hear the suffering in the clinic through stories, narrations, biographies and stories of each subject; what will constitute the Narrative Identity.


a vision of illness is addressed, not as a deficit, nor as a lack, 

nor as a negative entity, but as another way of being-in-the-world and as an adaptive, reconstructive and creative process. it is from this perspective that the idea of ill- ness and stigma as a negative entity, lack and stigmatizing is collapsing of its own accord, leaving only the stigmatizing argument as segregating and excluding fallacy.


Finally, the concept of trauma and resilience is addressed, being the last one as important and inseparable as the concept of trauma.


It concludes with the need not to pathologize or "traumatize" all suffering, nor the discomforts and vicissitudes of life. it presents the alarm sounded by the British Medical Journal, in 2001, against the medicalization of life, proposing several premises in this regard.


KEYWORDS: Suffering. Pain. Illness. Pathologisation of life. Stigma. Trauma. Resilience.


INTRODUCCIÓN

La obviedad de que el sufrimiento hay que tratarlo –cuando así se hace ne- cesario y se pueda– es algo incuestionable. Pero lo que voy a plantear y abrir a una reflexión es al valor y la función del sufrimiento, del dolor y de la enfermedad.


Una comprensión y abordaje más amplio del estatus y del constructo de lo que entendemos por sufrimiento, sin caer en las obviedades y simplificaciones que reducen el tema a una sola óptica biológica y patológica de enfocar el problema. Es preciso entender, sin reduccionismos ni apriorismos, que lo tomado como obvio, nos impide el dejarnos ver, el no plante- arnos y reflexionar otras miradas, otras ópticas fundamentales y necesarias para entender más profundamente de lo que tratamos.


Al abordar el sufrimiento debemos ver igualmente lo que no se 

dice, lo que no se evalúa, ni se observa, ni se valora, ni se tiene en cuenta, ni por supuesto se trata, ni se escucha, con las consecuencias que esto conlleva:


La psicopatologización y medicalización de la vida cotidiana, de los malestares, de las adversidades y del sufrimiento, de los avatares y acontecimientos propios del existir(1). traumatizar todo impacto, confundiendo trauma con acontecimiento, etc., etc... Fenómenos estos que están inundando el campo teórico y la actividad de la práctica psicopatológica y médica.


De esto es de lo que voy a intentar reflexionar. No como lo opuesto o excluyente del deber de tratar y paliar el dolor y el sufrimiento cuando se requiera y sea un derecho elemental para el bienestar.


Lo que deseo plantear, son otras valoraciones y funciones de lo que supone y entendemos por sufrimiento, sobre todo, lo que significa para cada sujeto en su singularidad y particularidad, en su propia historia. Entendiendo el sujeto como sujeto histórico y social, sujeto del inconsciente. lo que viene enunciándose con otras formulaciones –empleadas a veces como un eslogan o un mantra– como lo BIO-PSICO-SOCIAL, que tendrá su fundamentación y clarificación:


Lo BIO, referido al organismo, al cuerpo biológico; pero quedando claro en el sentido que lo da lain entralgo: “el hombre no es un organismo, tiene un organismo que pertenece a un ser”. (2)


Lo PSICO, en tanto sujeto biográfico e histórico, inscrito en una historia familiar y cultural, como ser hablante. La identidad narrativa. (3) (4)


Lo SOCIAL, en tanto sujeto social indisociable de su condición humana viviendo en sociedad. Como diría Ma zambrano “la naturaleza peculiar del hombre es la sociedad”. (5)



  1. PATOLOGIZACIÓN DEL SUFRIMIENTO

Hay dos creencias negadoras y excluyentes de toda subjetividad, de todo valor o sentido y pertenencia de lo que para cada uno pueda suponer el sufrimiento. estas son: la religión y la Ciencia –o mejor decir, el cientificismo, en tanto creer que la ciencia es el único saber y conocimiento válido y ex- cluyente, “el autoritarismo científico” (6).


La religión hace del sufrimiento un don de la resignación, del sacrificio y de la expiación. La vida al ser un don de Dios, no nos pertenece.


la Ciencia, el cientificismo –sea en su aplicación en la medicina o en la psicología–, que indudablemente nos aportan grandes descubrimientos y avances en el abordaje del dolor y el sufrimiento, nos promete el reino de la felicidad, no en el futuro como la religión, sino en el inmediato presente. las tecnologías y los descubrimientos químicos y psíquicos, nos ofrecen la liberación de toda desdicha, “empoderándonos” en el camino de la felicidad, eso sí, siempre dirigidos y guiados por los saberes del “experto” y del “técnico”.


Ya nos anunciaba el padre y fundador de la ciencia y del método experimental, F. Bacon, en la Nueva Atlántida (7), lo que la ciencia iba a suponer: “la ciencia va a reparar los miserias todas de la humanidad y enriquecerla con comodidades” (p. 79). “...el progreso de la ciencia encarna la posibilidad de volver al paraíso perdido, al anhelo supremo de la instauración del imperio humano sobre el universo...” (p. 81).


Ambas, religión y cientificismo, una en nombre de Dios y otra en nombre de la técnica y el conocimiento, anulan toda subjetividad, toda función y significación, destituyendo y vaciando al sujeto de su singularidad, de la valoración y el sentido de lo que para cada uno suponga el sufrimiento y de su propia capacidad de decisión al respecto.



Por un lado, si la religión emplaza el valor del sufrimiento en dios, que es quien determina su valor y su destino. Por otro, el cientificismo médico o psicológico, objetivizando el sufrimiento, lo mide, lo define, lo enmarca en un discurso biológico, científico y técnico, ordenando lo que debe ser. Designándolo y diagnosticándolo como patológico y anomalía, se reduce a tratarlo y erradicarlo, anulándolo de toda significación y valor.


Si la religión destina el sufrimiento como expiación y resignación para el más allá. el cientificismo nos ofrece el paraíso aquí y ahora, como horizonte inmediato e imperativo de felicidad que se nos impone como condi- ción del existir y de normalidad.


Para ello el cientificismo dispone del arsenal de anestésicos, opiáceos, drogas, estimulantes, ansiolíticos, etc., para mayor gloria y confort del viviente. La paradoja de esta felicidad, que se nos ofrece como panacea y erradicación del sufrimiento, tiene su anverso y lleva en su seno (y abuso) los efectos ad- versos y sórdidos que no solo eliminan el dolor y sufrimiento, sino la vida. (Según el informe de la reserva Federal de eeUU (8) la muerte por drogas y opiáceos entre los 30 a 50 años ha superado al de los suicidios, los accidentes de carretera, el cáncer y las armas de fuego. Más de 60.000 muertos y 1,3 mi- llones de personas necesitadas de asistencia médica relacionada con el con- sumo en el año 2014).


Bajo la tiranía de este imperativo de felicidad –nos advierte Germán Cano– “nuestras sociedades han criminalizado como patología toda humana e ineludible desgracia”... “el optimismo tecnológico que nos ofrece el logro de la felicidad da lugar a identificar toda aflicción (sufrimiento) como anomalía”, como patología...


“Para una sociedad que busca el ideal en una vida feliz el sufrimiento no puede ser más que una presencia obscena, un desagradable tabú” y señala: “bajo la bandera de la salud y la protección avanza por medio de la eliminación de los riesgos 

(y del sufrimiento, añado por mi parte), un poder biopo- lítico que blanquea lo político o jurídico en médico (o psicológico), de aquí la necesidad de expertos; terapeutas y charlatanes mediáticos de la felicidad; libros de autoayuda, etc.”... (9) (junto a la batería de ansiolíticos, antidepre- sivos, estimulantes, etc.) que nos guíen y nos digan cómo ser felices, destituyendo al sujeto, al ciudadano, de su capacidad y de su confrontación a sostener la responsabilidad y el compromiso con el vivir y la comunidad.


HISTORIA DEL SUFRIMIENTO


El sufrimiento, el dolor, ha ocupado un lugar importante en el pensamiento y en las distintas culturas y escuelas filosóficas a lo largo de los tiempos. Haremos un muy resumido recorrido al respecto.


Para la filosofía oriental (10), la raíz del sufrimiento era la ignorancia. No la ignorancia libresca, sino la falta de conocimiento de sí, causa última de toda esclavitud, sufrimiento y conflicto (p. 47).


El conocimiento de sí trae una función liberadora y de disolución de la raíz del sufrimiento... el dolor es físico; el sufrimiento es mental. Más allá de la mente no hay sufrimiento... el dolor actúa como regulador de la vida orgá- nica. el sufrimiento es un regulador sistémico de nuestra vida psíquica (p. 48).


Para el mundo islámico, las penas y los sufrimientos son inevitables, forman parte de la vida. los filósofos al Farabi, avicena, averroes, afirmaron que el supuesto mal y el dolor existen en el mundo y son necesarios. Hay una ontología del sufrimiento como parte del orden necesario (11).


En la antigüedad clásica, para el mundo griego el sufrimiento va a suponer la señal de la humanidad. en la tragedia griega el 



sufrimiento es sabiduría y enseñanza, es el dispositivo de la verdad (12).


Para lasso de la vega (13) es en Sófocles donde se manifiesta más claramente el lugar del sufrimiento en la condición humana. El sufrimiento del héroe sofocleo es absoluto, sin sentido. los personajes de cualquier tragedia griega son hombres y mujeres sufrientes.


Es un dolor al límite y definitivo, no está aderezado a mayor gloria de Dios, ni tampoco como expiación. Es la señal de la humanidad. el dolor va a tener la característica de revelar al hombre la conciencia de sí, la verdad y la sabiduría. tiene la virtud de revelarle su verdadera imagen, su yo más genuino.


El dolor del héroe sofocleo le confronta a sostener el deber, la ética, la coherencia... en Áyax recobrar la honra perdida; en antígona el derecho del muerto a sepultura; en edipo la persecución de la verdad; en electra la venganza de la muerte paterna...


Martha Nussbaum (14) nos muestra como en la Odisea, el valor del sufrimiento adquiere la condición esencial en todo humano. en el pasaje donde la diosa Calipso le ofrece a odiseo, el placer y la felicidad sin penalidades, Ulises –odiseo– frente al trascender de su condición humana, elige abandonar la isla de Calipso, elige la vida de un ser humano, el matrimonio con una mujer –Penélope– que envejecerá y morirá. Elige el riesgo, las dificul- tades, la certeza de la muerte y lo propio del vivir: el placer, el dolor, el sufrimiento,... elige el paquete humano al completo: una vida mortal, una mujer mortal, las pautas de una vida humana y las posibilidades de excelencia, de amor y logros que esa vida posibilita, sus vicisitudes, la lealtad, el compromiso... (p. 415-416). Elige lo humano frente a la inmortalidad, la omnipotencia, la totalidad y la completud, porque todo esto, no permite sentir los límites, lo mortal, el sufrimiento, el placer, la poesía, la lucha, el amor, la belleza, el dolor...

En el siglo de las luces, con la ilustración (15), el sistema newtoniano entendía el mundo ordenado y regulado, lo cual implicaba que el dolor y el sufrimiento suponían un desorden en el individuo que rompía con ese orden general. Desorden e imperfección solo podían ser aspectos parciales de ese mundo ordenado que respondía a un bien mayor (p. 190).


El terremoto de lisboa con la destrucción y tragedia de tantas vidas humanas, echaba por tierra y dejaba en entredicho la idea de que un mal pudiera ser ocasión de un bien mayor, así como que hubiese un orden de la naturaleza. volvía a plantearse el viejo dilema de epicuro: Si Dios no quiere o no puede evitar el mal. Si no quiere no es bueno. Si no puede no es to- dopoderoso (p. 199).


El terremoto de lisboa abre el debate entre Voltaire y Rousseau. la cuestión del sufrimiento se plantea en términos de si tiene o no sentido en la existencia humana y cuáles son las causas de su existencia. Para Voltaire se queda en el sin sentido y lo injusto de la naturaleza. Para Rousseau, aunque cuestiona el sentido del sufrimiento en la existencia humana, lo remite a la libertad y responsabilidad.


Va a ser en Nietzsche donde el problema del sufrimiento es central. Si ya para Schopenhauer el problema del sufrimiento ocupaba un lugar importante en su filosofía. Sería en Nietzsche para quien el sufrimiento, como afirma Salgado Fernández (16), es algo esencial de toda existencia. “el mundo contiene necesariamente el sufrimiento como elemento constitutivo” (p. 437).


El sufrimiento no debe ser un obstáculo paralizador, sino un desafío, un reto, cuya superación puede hacer de la vida algo creativo y deseable (p. 313). lo que realmente rechazaba era ver el sufrimiento como algo incapacitante e impedimento del vivir.

Señala premonitoriamente como el hombre moderno se ha convertido en un neurótico del bienestar, padece una hipersensibilidad mórbida ante cualquier pequeño sufrimiento, lo cual conduce a la destrucción de la vida creativa y arriesgada; la comodidad erigida como un valor absoluto (p. 319-320).


De aquí el uso de narcóticos (metáfora que emplea nietzsche para referirse a como se aborda el sufrimiento). El cristianismo puede ser considerado como una botica de narcóticos. la historia de la humanidad es la historia de los medios de consuelo, lo que está en juego es el tipo de anestesia (cien- cia, religión, opiáceos, etc.), sus efectos secundarios y la finalidad con que se emplea... (p. 318).


Los que quieren a toda costa evitar el sufrimiento y persiguen nuestra felicidad, desconocen que el sufrimiento puede ser necesario para quien lo padece y nada saben de ese conocer profundo. eliminar totalmente el sufrimiento, en realidad solo se logra con la muerte y la ataraxia perfecta. La imperturbabilidad máxima es la del cadáver (p. 317).


El sufrimiento en la filosofía Nietzscheana tiene la función de superación y creatividad, en tanto parte constituyente de nuestra existencia. El sufrimiento por el sufrimiento no tiene sentido.


En la fenomenología existencialista, para Merleau-Ponty, el sufrimiento tiene un valor como conocimiento. El dolor se convierte en una manera de pensar los límites del sí mismo y de ampliar el conocimiento de los demás.


Para Sartre y Merleau-Ponty el dolor de la existencia es el dolor de las limitaciones de la misma. Tal dolor es ontológico y no necesariamente patológico, forman el desarrollo de nuestra vida... (17).

Valga hasta aquí este resumido y somero recorrido histórico del valor y función del sufrimiento que nos permita una referencia de lo que actualmente representa.


EL DOLOR


Javier Moscoso, al cual me voy a referir, hace un exhaustivo y riguroso análisis del dolor en su libro de la Historia cultural del dolor (18). Afirma que durante el S. XIX el dolor adquirió un protagonismo social, político y científico como nunca antes había tenido. el padecimiento físico y el sufrimiento psicológico adquieren un lugar relevante de estudio y reflexión. El sufrimiento físico aparecía como una circunstancia aborrecible, pero inevitable. El dolor ya no se reivindica como un signo de elección divina, sino que se interpreta como parte inexorable que rige el progreso histórico (p. 120).


La medicina y la fisiología no fueron los únicos lugares de reivindicación del valor y función del sufrimiento, para el romanticismo el dolor era un vehículo de grandeza estética, un elemento de educación, de conexión entre belleza y dolor (p. 123).


El S. XIX considera que el “dolor es un elemento necesario del progreso cul- tural, económico y científico, era el “mínimo dolor necesario” en la vida. En eso se distingue de nuestro mundo contemporáneo que va a convertir en norma la sociedad indolora y la conciencia anestesiada” (p. 125).


La aparición del dolor como un objeto de la práctica médica y la industria farmacéutica y del mercado cultural es un fenómeno propio del S. XIX. en nuestros tiempos la experiencia del sufrimiento, del daño, encuentra su materialización corporativa y un espacio del desarrollo científico. Baste observar el crecimiento de unidades especializadas del dolor, de cuidados paliativos, etc., para comprobar hasta qué punto el dolor ya cuenta con so- ciedades, instrumentos e instituciones propias.

El dolor tenía un valor y significación clínica en tanto era un signo o síntoma de enfermedad. en la década de 1980 fisiólogos, neurólogos, anestesistas, reconocen que mientras lo que denominan dolor Agudo podría mantener un grado de utilidad en tanto permite anticipar y alertar la presencia de un cuadro subyacente (apendicitis, infarto, neumonía, etc.); lo van a diferenciar deldolor Crónico que solo podrá significar un desorden que causa sufrimiento al paciente, a la familia y la sociedad, sin que su presencia se justifique como utilidad clínica, sino como una enfermedad en sí misma.


La medicina comienza a clasificar y distinguir entre dolor útil y sufrimiento inútil, entre dolor de laboratorio y el sufrimiento clínico; entre dolor periférico y central; dolor de los miembros y dolor visceral, etc.


“Aparece así una medicina del dolor que se ocupa de las enfermedades incurables, terminales, o del dolor crónico. La medicina del dolor se construye en zonas de confluencia: lo agudo, lo crónico, lo inespecífico, etc.” “Viene a aparecer un nuevo grupo humano: el enfermo del dolor y derivado de ello una práctica médica ligada al estudio y tratamiento del dolor” (p. 282).


Pero como señala Mª. C. López Sanz (17), “las instituciones dominantes que tratan el dolor lo abordan como una cuestión de medios terapéuticos (anestesia, cirugía, rehabilitación, psicofármacos, psicoterapia), más que como un asunto de fines. esta tendencia que se impone en nuestra época viene a ser la prolongación de la antigua simbología religiosa del dolor, en otra tecnológica.”


“El desarrollo tecnológico no ha sabido acabar con la indigencia que origina el dolor... a la inevitabilidad del sufrimiento se suma la incapacidad de sufrir con los otros. el poder de la técnica no ha podido ampliar nuestra empatía o hacer de la compasión algo más que un gesto...” (p. 437).

VALOR Y FUNCIÓN DEL SUFRIMIENTO


No es cuestión de andar buscando el sufrimiento y el dolor, están ahí omnipresentes desde el nacimiento hasta la muerte, constituyendo y compartiendo nuestro destino.


Está el sufrimiento infringido por las injusticias, la explotación, la tiranía, la opresión, el racismo, las agresiones, las violaciones, etc. Settembrini (personaje de la novela de T. Mann en La montaña mágica) veía la necesidad de hacer un tratado de “sociología del sufrimiento”, para dar cuenta de los males del organismo social y las luchas derivadas de ello, para su elimina- ción y emancipación... (19). El sufrimiento como elemento emancipador...


Es normal que suframos y nos apesadumbremos ante la muerte del ser querido, o ante las adversidades, las desgracias, abusos, deshonras, etc.


El amor, amar al ser querido, va a conllevar en su propio destino que al perderlo, la felicidad y dicha que nos deparaba, se convierta en sufrimiento y dolor profundo. Es el duelo necesario y creativo. Para M. Nussbaum, “el amor está compuesto de experiencias de sufrimiento” (20).


El deseo –el desear– supone que padezcamos de todo aquello que siendo deseado, no podamos alcanzarlo o se nos despoje de ello.


Toda la lucha y el camino por la superación o alcanzar metas, están surcados de momentos de sufrimiento y dolor.


Gran parte de la literatura gira en torno al sufrimiento humano. “...yo también tengo derecho. a mi dolor. A mi propia y quizá no tan frívola aflicción” dice Marta Sanz en su libro Clavícula (21).

El sufrimiento y la felicidad cabalgan juntos en los distintos avatares de la vida y a lomos del hecho de existir. Forman parte indisociable de la condición humana.


Hay una vulnerabilidad constitutiva en todo ser humano, no como algo anómalo a prevenir o tratar. Sufrimientos y limitaciones son condiciones necesarias al existir y condición de superación, de creatividad y de búsqueda, que nos dan la propia entidad como humanos, a diferencia del animal o la planta que vienen ya prefijados y marcados por las leyes del instinto.


Para Bauman, la vulnerabilidad y la incertidumbre son dos cualidades de la condición humana (22). y para E. Fromm la vulnerabilidad es intrínseca, confiere al ser humano la capacidad de buscar y forjarse la construcción de su ser y de su identidad. es la base de su fuerza y la causa primaria de sus cualidades humanas (23). es lo que hace decir a ortega y Gasset “...es nuestro trágico destino y su ilustre privilegio. esa vida que nos es dada, no nos es dada hecha, sino que cada uno de nosotros tiene que hacérsela, por eso vida en el sentido de vida humana, en el sentido radical de la palabra vida, se la entiende como biografía y no como biología...” (24).


Hay un saber –afirma M. Zambrano– que es también el fruto que aparece tras un acontecimiento externo, un dolor o sufrimiento grande, como la muerte de alguien próximo, la enfermedad, la pérdida de un amor, o el desarraigo forzoso” (25).


Estos acontecimientos extremos y el sufrimiento nos hacen ver, pensar, recapacitar, plantearnos, lo que antes nos pasaba desapercibido, ajeno... Hay episodios en la vida que nos presentan las cosas antes ocultas, veladas; similar a como cuando se opera de cataratas y nos quitan el velo de los ojos. Ciertos hechos que nos conmocionan nos permiten ver lo que estaba invisible y no nos planteábamos. Para M. Nussbaum (14) “el sufrimiento saca a flote verdades y sentimientos que sin él no podrían ser comprendidos”. “El sufrimiento mismo es

autoconocimiento” (p. 310).


No creo necesario extenderme en mostrar que el sufrimiento no solo puede deparar dolor, desdicha, incapacitación, invalidación, inanición, desesperación, etc., sino que por contra puede ser fundamento de creatividad y superación en la adversidad, sublimación, rebeldía, lucha, realización, lucidez, etc.


Así como la vida tiene una doble faz:


Vida biológica: la cronología del nacimiento hasta la muerte. La vida del organismo en tanto biológico y orgánico.


Vida biográfica: el valor que esta vida tiene para cada uno, lo que supone la dignidad, la felicidad, la pena, el sufrimiento, la honra, el amor, la justicia, etc.


Asimismo podemos hacer una analogía acerca del sufrimiento, que pre- senta una doble faz:


Una faz biológica: el dolor físico, lo lesivo, lo hiriente, el daño afectivo material, corporal o psíquico.


Una faz biográfica: subjetiva, particular, singular, el valor que da cada uno a su sufrimiento, sus sentimientos, el cómo se inscriben los hechos en la historia de cada sujeto, lo que el placer, el dolor, la felicidad, el sufrimiento, el amor, van a suponer en su existencia.


Ambas faces son inseparables e indisociables.


Para una comprensión desde otro enfoque, de lo subjetivo, de lo singular del sufrimiento y del dolor, voy a seguir la reflexión que hace C. Moya (26) acerca de las experiencias subjetivas en los procesos mentales, poniendo como ejemplo el dolor y el sufrimiento: “Desde un punto de vista fisiológico el dolor o sufrimiento sentidos por mi sensación –los qualia– enunciados

en 3ª persona– el dolor del paciente, se rigen por criterios distintos. De hecho un neurólogo o un fisiólogo son más competente que yo para determinar el estado de mi cerebro. Pero este mismo neurólogo tendrá que confiar en mis de- claraciones para saber si tengo dolor, cuando me implanta un electrodo... tiene sentido que dos o más personas están observando el mismo fenó- meno, el mismo proceso cerebral, pero no que dos o más personas están informando de la misma experiencia interna. Si yo afirmo sinceramente que no tengo dolor y otra persona se empeña en atribuírmelo observando mi cerebro, no estamos hablando de lo mismo.”


“La palabra dolor o sufrimiento habrá cambiado de significado en boca de esta persona... que una propiedad llamada dolor distinta de lo que ahora entendemos por dolor fuese un estado del cerebro (o de nuestro cuerpo), será tal vez un hecho interesante (objetivo – experimental) pero no una respuesta al problema de la naturaleza del dolor, del sufrimiento y de lo mental”.


El fenómeno no se agota en una visión biológica organicista. E. Kandel recogiendo las tesis de Nagel y Searle plantea que “la ciencia carece de una teoría conveniente para explicar cómo un fenómeno objetivo, como las señales eléctricas del cerebro, pueden causar una experiencia subjetiva como el dolor”. “...El problema es el de la subjetividad, el cómo cada uno siente subjetivamente frente a una misma experiencia y un mismo registro cerebral y si es posible determinar objetivamente cualquier característica de la conciencia que sea común a todos” (27).


Podemos visualizar –afirma Precht (28)– las imágenes o áreas cerebrales afectadas por un dolor, una melodía, o una sensación, pero serán los pacientes – el sujeto–, quienes sabrán de la calidad y de las vivencias de lo que sienten, de su dolor, de la melodía, así como de los sentimientos complejos y diversos que pueden darse en la singularidad y particularidad de cada uno.

Son realidades de dimensiones diferentes. Lo mental es un fenómeno emergente del cerebro. así como el agua es un fenómeno emergente del H2 y del o, pero el agua tiene propiedades distintas al H y al o, estos son inflamables y el agua es lo contrario. el amoniaco (nH3) tiene las propiedades que no tienen ni el n ni el H. asimismo lo mental tiene propiedades que le son específicas.


Merleau-Ponty (29) afirma que el dolor, el sufrimiento del otro nunca tiene el mismo sentido para él o para mí. Para él son situaciones vividas, para mí situaciones presentadas. Pablo sufre por haber perdido a su mujer, yo sufro porque Pablo sufre y está apenado.


Como nos explicita etxenique (Premio Max Planck de física) “las propiedades de la vida como la conciencia, los problemas neurológicos, pueden no tener sentido a escala molecular. puede saberse que ley física gobierna la vida (el sufrimiento, el dolor) pero eso no quiere decir que entendamos el sufrimiento, el amor, el pánico en un estadio, la belleza de un cuadro, etc...” (30).


Para Canguilhem, la enfermedad, el sufrimiento, no es la enfermedad anatómica del médico. Por ejemplo, tener una piedra en la vesícula biliar atrófica puede no dar síntomas durante años y por consiguiente no crear una enfermedad sufriente para el portador, mientras que sí lo es anatopatoló- gicamente. La lesión no basta para convertir a la enfermedad clínica en la enfermedad del enfermo. esta es distinta de la enfermedad del anatomo- patólogo” (31).


Al hablar de salud o sufrimiento introducimos el concepto de cuerpo subjetivo, hablamos en 1a persona allí donde el clínico habla en 3a persona (32).


el concepto de salud o de sufrimiento debería considerar e integrar las variaciones y las anomalías; debe ser lo suficientemente

relativo para tener en cuenta las particularidades de lo que para cada uno supone la percepción de salud, enfermedad y sufrimiento.


El cuerpo objeto de las ciencias naturales por su método objetivo no da cuenta de la subjetividad, del sufrimiento, del sentir, del dolor, de la conciencia en general. la ciencia moderna elimina de sus objetos esos aspectos subjetivos, junto a las causas finales (33).


Esta anulación de la subjetividad, esta ontologización del dolor y la enfermedad, como una entidad sin sujeto ni referencia subjetiva, va a suponer una eliminación del sujeto que sufre.


Este borramiento en los historiales clínicos de la subjetividad, lleva al neurólogo O. Sacks a hacer una acerada critica al respecto, afirmando: “en los historiales clínicos nada se nos cuenta del individuo y de su historia, no hay sujeto... los historiales clínicos modernos aluden al sujeto con una frase rápida (“hembra albina trisómica 21”) que podría aplicarse igual a una rata que a un ser humano. Para situar de nuevo en el centro al sujeto (el ser hu- mano que se aflige, que lucha y padece), hemos de profundizar en un historial clínico hasta hacerlo narración o cuento; solo así tendremos un “quien”, además de un “que”, un individuo real, un paciente, en relación con la enfermedad... en relación con el reconocimiento físico médico (34).


La indisociable relación entre su enfermedad y su identidad narrativa.


La ciencia es coherente con su función y sus métodos, –la objetivación, experimentación, replicación, etc.– pero el conocimiento no se agota en di- chos saberes “científicos”. Hay conocimiento, saber y ciencia (35). La ciencia es una parte del saber y el saber es una parte del conocimiento. El saber no se agota en la ciencia, esto es el cientificismo. No hay una ciencia de la belleza, del amor, de la justicia, del sufrimiento... Son otros

saberes los que también dan cuenta del conocimiento.


“La realidad social no se reduce a la física, ni a la biología, tiene sus propias codificaciones, marcos de comprensión y reglas de funcionamiento, como afirma J. Echeverría... la cultura y las lenguas generan mundos simbólicos que son compartidos por comunidades... los microcosmos mentales aportan dimensiones adicionales a la realidad” (36).


El saber –afirma Mª Zambrano en Notas de un método (25)– es experiencia ancestral, experiencia sedimentada, se trata de experiencias vitales que no se repiten a voluntad como las que se efectúan en los laboratorios... es el saber de la vida. No hay un método, son situaciones irrepetibles, únicas, de las que solo se puede hablar por analogías (p. 107-108).


El nacimiento de la medicina clínica a finales del S. XVIII y principios del S.XiX, según Ignacio de Rivera (33), se asentó en la dicotomía entre la historia de los síntomas y el malestar tal como eran narrados por el enfermo y la inscripción objetiva del mal en la geografía del cuerpo. La medicina clínica se decantó por la segunda, dio mayor relevancia a la enfermedad antes que al enfermo. Más que ESCUCHAR al enfermo, el médico debía ver la enfermedad (esta visión se ha extendido a otros campos como el de la psicopatología).


“Son dos formas sociales y culturales de comprender la enfermedad, el sufrimiento. la una geográfica, la otra histórica. Mientras el médico aprende a leer el cuerpo como un mapa y reconocer los signos patológicos; el enfermo da cuenta de sus males bajo el relato, el discurso” (p. 243-244).


Los dolores psicógenos, el sufrimiento, son reales, no están registrados en la geografía del cuerpo, remiten a un cuerpo simbólico, subjetivo. De aquíla importancia de la biografía, de la narración, del relato, de la historia clínica –las patografías–, la identidad narrativa.

No reducirnos al órgano, a la víscera, a la entraña, sino también y además entenderlo como lo visceral, lo entrañable... Hay una tendencia en la clínica actual a estar más atento al ordenador y los datos, que a lo que narra el enfermo...


2. LA ENFERMEDAD. EL ESTIGMA


Es preciso rescatar una idea de la enfermedad –en la línea que venimos exponiendo del sufrimiento– que rompa con las ideas dominantes y excluyentesque se nos ofrecen como establecidas y definitivas.


Una visión que nos permita dar un significado, un valor y una función, hasta ahora eludidas. Un enfoque que rompa con la estigmatización, segregación y marginación de todo cuanto atañe a la enfermedad y sus secuelas.


Entender la enfermedad o el sufrimiento, no como un déficit, o una carencia,o una entidad negativa, sino –al decir de ricoeur– entenderlo como “otra manera de ser-en-el-mundo” (37).


Entender la enfermedad o el sufrimiento, no como “la insolencia de la salud”, ni lo que falta o no funciona, sino como un proceso creativo de reconstrucción y defensivo.


Es preciso rescatar no solo lo que para Freud suponía el delirio como “una tentativa de curación y reconstrucción”; sino lo que para los neuropatólogos de finales del s. XIX y principios del s. XX (v. Monakow, Goldstein, Jackson, etc.) suponía la enfermedad que, como afirma lain entralgo (2) la definían por tres propiedades:


1. Un proceso biológico adaptativo y creativo.
2. Que afecta y pone en juego la respuesta de la totalidad del organismo (no la lesión, en contra de los localicionistas y frenólogos).

3. La radical individual de cada proceso (lo personalizado, lo singular y particular).


“Esto le hacía afirmar a Goldstein que vida con defecto no equivale a vida deficitoria... limitada y deficiente es una nueva vida que el organismo se ha visto obligado a improvisar en un incesante proceso de adaptación creativa” (p. 545).


Para Canguilhem (31), la enfermedad no solo es desequilibrio o disarmonía, también es esfuerzo de la naturaleza en el hombre para obtener un nuevo equilibrio. “la enfermedad es una reacción generalizada con intenciones de curación” (p. 18).


Debemos entender la enfermedad como un valor y un proceso vital que afecta al plano biológico, social y existencial. Es desde esta óptica como el paciente tiene una dignidad objeto de respeto y cómo podemos afrontar y fundamentar el fenómeno del estigma más allá de toda llamada a la moralina, la compasión, al voluntarismo o el buenismo.


Si entendemos la enfermedad como proceso reconstructivo, adaptativo y creativo y como otra forma de ser-en-el-mundo, equivalente por tanto, a cualquier proceso fisiológico y dinámico, común al funcionamiento de todo organismo viviente, el estigma y la idea de enfermedad como carencia, como déficit o entidad negativa y estigmatizante, se cae por su propio peso y únicamente quedará como argumento en tal sentido estigmatizador, la ignorancia y las valoraciones y falacias segregadoras y excluyentes, entre las cuales ya nos alerta al respecto F. Colina (38) en su crítica radical de las etiquetas y diagnósticos psiquiátricos como estigmatizadores.


En esta línea de valoración y dignidad y de fundamentar que es la enfermedad, van las movilizaciones actuales de los afectados por distintos pro- cesos estigmatizadores: cáncer, discapacitados, psíquicos, etc.


Pensar la salud (o el sufrimiento) a partir de las variaciones y de las anomalías, afirma Sandra Caponi (32), implica negarse a considerar la enfermedad en términos de desvalor o contravalor...

“lo normal es vivir en un medio en que fluctuaciones y nuevos acontecimientos son posibles” (p. 292).


Las enfermedades de los hombres no son limitaciones de su poder físico, son dramas de su historia. El hombre está abierto a la enfermedad por su simple presencia en el mundo (39).


La salud y la enfermedad pertenecen a un género de discurso –el de la subjetividad, lo singular y particular– distinto de aquel cuyo vocabulario y sintaxis se aprenden en los tratados de medicina o en las sesiones clínicas.


Para Ricoeur (37) la autoexclusión, la pérdida de la estima de sí, la estigmatización funciona en la enfermedad desde el plano biológico, social y existencial. en el plano biológico como carencia de salud, como anomalía y regresión; en el plano social como exclusión sancionadora por las instituciones de diverso orden y en el plano existencial en tanto denegación de reconocimiento y valoración.


“La sociedad tiende a eliminar e ignorar, o esconder a sus discapacitados... se ocultan las desviaciones patológicas como se ocultan las desviaciones de otros tipos, penales, etc. Medicalizadas y penalizadas así son en general las desviaciones” (p. 37).


Si de un lado está la autoexclusión, de otro actúa la norma –lo normal– como instrumento de orden y normalización. Foucault hace referencia a la norma como lo que funciona en tanto disciplina y regulación como poder y control social (40).


La norma (lo normal en contraposición a enfermedad, sufrimiento, déficit, etc.) tiende a imponerse en su doble dimensión: tomado tanto en el sentido de norma como medida estadística –la media– o como norma en el sentido de ideal normativo, como regla de conducta –lo correcto, lo debido–, como lo opuesto a irregularidad y desorden e indebido. en la norma estaría la buena salud. la enfermedad a partir de aquí no se la puede definir más que en términos de impotencia y 

anomalía, de desorden. De esta premisa resulta en efecto la depreciación de lo patológico y la exclusión y el estigma. (Como señalaba al principio, en la cita de G. Cano refiriéndose al dolor y al sufrimiento como anomalías, que no podían ser por tanto otra cosa que una presencia obscena).


En esta línea de lo excluyente y estigmatizante de la enfermedad, el sufrimiento, etc., está el rechazo a lo distinto, a lo anormal. Se pierde cada vez más –como afirma Byung-Chul Han (41)– la capacidad de escuchar a otros y de atender a su lenguaje y a su sufrimiento... domina el “me gusta” como principio de felicidad y de goce... el sufrimiento se privatiza y se individualiza pasando a ser objeto de terapias que tratan de curar el yo y su psique. No se establece ningún enlace entre mi sufrimiento y tu sufrimiento. “Se privatiza el sufrimiento y el miedo, impidiendo su socialización y favoreciendo la estrategia del dominio”.


Vygotski en su tomo V de sus Obras Escogidas al referirse a los problemas generales de la defectología (42) hace una dura y rigurosa crítica del modo de abordar el déficit, la psicopatología y la enfermedad, como algo meramente mecánico y cuantitativo (escalas, mediciones, etc.), sin ver lo dinámico, lo cualitativo y lo social del problema (p. 12).


Su tesis central es que toda enfermedad, defecto o sufrimiento crea los estímulos para elaborar la compensación... la teoría de la compensación descubre el carácter creativo del desarrollo. Toda compensación constituye un proceso orgánico y fisiológico de creación de nuevos procesos sustitutivos para el desarrollo (p. 15) (en la línea de la idea de los neuropatólogos antes citados, V. Monakow, Goldstein, etc.).


Así por ejemplo, el niño ciego o sordo puede lograr en su desarrollo lo mismo que el normal. Pero los niños con defectos lo lograrán de distinto modo, por un camino diferente, por otros medios. Pero no por eso menos capaces.

Ante el déficit o el sufrimiento puede darse un proceso de compensación y creativo, o el fracaso de la compensación refugiándose en la enfermedad o en el sufrimiento neurótico como ganancia.


Alerta de los malentendidos o deformaciones que puedan hacerse sobre el tema, confundiendo sus análisis con valoraciones del remoto pasado místico cristiano, haciendo de la enfermedad o el déficit una resignación o expiación, etc. Deja claro que se valora no el sufrimiento en sí como reacción, sino como creatividad. No la resignación ante el defecto o la enfermedad, sino la rebeldía y superación. No la debilidad en sí, sino los impulsos y fuerzas de energía que encierra (p. 49).


Cualquier defecto no se limita a la pérdida aislada de una función, sino que conlleva una reorganización radical de toda la personalidad y pone en vigencia nuevas fuerzas psíquicas, desarrolla una sobreestructura psíquica, imponiéndolas una nueva dirección... Solo una idea ingenua de la naturaleza puramente orgánica de la compensación, ignora el aspecto sociopsicológico de este proceso (p. 50).


Culmina su visión sobre el déficit y la enfermedad con una idea avanzada y liberadora de abordar la discapacidad y el estigma afirmando: “es erróneo ver en la anormalidad únicamente una enfermedad. en el niño anormal notamos solo el defecto limitándose a constatar que existen tales porcentajes (escalas) cuantitativos de déficit, de sordera, de ceguera, etc...


Vemos los menos, pero no vemos los más. Nos detenemos en los gramos de enfermedad, pero no advertimos los kilos de salud. Vemos el déficit y no captamos las enormes áreas ricas de vida que poseen los niños que padecen alguna discapacidad o anomalía” (p. 62).


Toda una nítida y vigorosa defensa de la diversidad funcional actual, de la dignidad y la capacidad de la llamada discapacidad. 

Se adelanta en casi un siglo a las reivindicaciones de los afectados.


3. TRAUMA Y RESILENCIA


Se habla mucho de trauma. Se “traumatiza” todo hecho impactante, sobrecogedor, chocante, espectacular, que lleve aparejado horror o efectos desgarradores o dramáticos (catástrofes, suicidios, accidentes, violencias, etc.). Se confunde impacto con trauma, utilizándose este en el sentido vulgar o usual de choque. se traumatiza la adversidad, lo impactante, el sufrimiento, el dolor, el riesgo, la muerte, la vulnerabilidad, etc. Se confunde trauma con acontecimiento.


Pero debemos conocer también lo que significa otro concepto tan importante e indisociable como el de trauma, que es el de resiliencia, que supone la capacidad de resistencia que todo ser humano tiene ante hechos traumáticos, ante el sufrimiento, ante la vulnerabilidad y el riesgo.


No debe patologizarse todo hecho “traumático” e impactante. Ni el duelo de las pérdidas que forman parte de la vida y de los acontecimientos de nuestra existencia.


Algunos ejemplos concretos pueden darnos una idea: Caso Prestige (hundimiento del petrolero en las costas de Galicia que supuso una gran catástrofe en una amplia zona del litoral). el psiquiatra Prof. M. trujillo, experto en catástrofes y prof. de la Universidad de N. York, declaraba en el periódicoLa Voz de Galicia (19-2-2003) que habría más de un 20% de estrés postraumático en la población afectada.


La realidad fue que no hubo, que sepamos, casos de estrés postraumático reseñables y si los hubo fueron mínimos casos. lo que si hubo fue algo que no se consideraba si solo se patologizan los problemas: la solidaridad, la acogida, la empatía y la participación de la comunidad. La elaboración y el apoyo

mutuo en la tarea de reconstrucción de lo destruido de forma espontánea, solidaria, natural...


Se producían así mecanismos de experiencia vital y comunitaria. Se creabannuevas experiencias de afrontar las pérdidas y de conocer la realidad y las adversidades. Se transformaba el trauma en creatividad y superación, el su- frimiento en autoconocimiento. Favoreciéndose así la autonomía, la creatividad, la solidaridad y la responsabilidad.


Equivalente al sistema inmunológico que se modifica en respuesta a los patógenos que encuentra, el cerebro está adaptándose constantemente a las condiciones concretas de la vida y la experiencia.


Pero claro, todo ello no está en los manuales de psicopatología ni en el DSM y los manuales diagnósticos.


Un caso reciente nos muestra otro ejemplo al respecto: caso de ignacio echeverría, el héroe del patinete de londres que falleció en el atentado terrorista del ISIS. Cómo reaccionó la familia ante el trauma de su muerte. la hermana lee con profundo dolor, entereza y emoción: “algo muy triste y muy duro se está convirtiendo en algo más bonito y muy grandioso que nos hace querer más, apreciar más a nuestro hermano, a nuestra familia, a nuestros amigos y a nuestro país...”. (valgan estos dos ejemplos entre los múltiples que podríamos tomar).


Se hace preciso poder tener claro que definimos y entendemos por trauma. antes del S. XIX, como refiere J. Moscoso (18) “un trauma era una lesión anatómica, más específicamente una fractura de huesos o articulaciones” (p. 262)... “La palabra era utilizada en el ámbito de la fisiología y cirugía; trauma se fue desplazando hacia un uso psicológico ligado al rechazo del recuerdo en la conciencia y la amnesia del hecho” (p. 263).

voy a retomar de Cyrulnik la definición que hace de trauma psíquico (43). En todo trauma psíquico se necesitan al menos dos momentos indisociables para crear un trauma. El 1er momento es lo reAl, lo que impacta, lo que uno recibe, el hecho, el acontecimiento, el golpe (accidente, violación, maltrato, muerte, catástrofe, etc.). el 2º momento provoca el dolor del hecho, el desgarro, el horror, la pérdida,... Este 2º momento es la vivencia, la representación de lo real. Este momento es subjetivo, singular, inconsciente, simbólico, integrado en la historia del sujeto. va a depender de: por un lado, las capacidades propias que constituyen a cada uno; de otro, del en- torno que le permita un apoyo, acogida, elaborarlo, verbalizarlo, solidaridad, empatía, etc. Por parte del medio. No patologizarlo por principio.


Si la representación se hace con normalidad como en todo tiempo lo hacía la comunidad integrándolo en los hechos vitales y acontecimientos de la vida. Si uno se siente acogido, no culpabilizado, no se patologiza, no se “traumatiza” el hecho y se permite la elaboración, verbalización y expresión de las vivencias, se podrá lograr que ese hecho o acontecimiento “traumático” no se traduzca en trauma psíquico. taleb señalaba como frente al estrés postraumático habría que destacar el crecimiento postraumático. (44)


La experiencia nos muestra como hechos “traumáticos” dan respuestas muy diversas según como hayan sido abordadas y como la comunidad responde, acoge, apoya o por contra se patologizan o medicalizan haciéndolos traumáticos y vulnerables.


Para Cyrulnik (43) la capacidad de resiliencia (concepto de la física que significa la resistencia de todo material al impacto) permite a un ser afectado transformar sus magulladuras, lo “traumático” en un organizador del yo, a condición de que a su alrededor haya una relación de cariño y apoyo que permita la metamorfosis. En el momento que pueda expresar sus temores, angustias, fantasías, etc., aprende a descentrarse de sí mismo y elaborar las vivencias. este trabajo de recomposición de su 

pasado le resocializará y permitirá elaborar su sufrimiento (p. 205).


“Si no consigue dominar la representación del trauma al no acceder a la simbolización por medio de la palabra, dibujo, juego, etc. entonces el recuerdo se impone y captura la conciencia haciendo volver sin cesar, no la realidad, sino la representación de una realidad que le domina” (p. 206).


Estamos asistiendo a toda una serie de intervenciones “clínicas” por parte de ciertos profesionales que se imponen y toman carta de naturaleza, caracterizados por una compulsiva necesidad de ejercer el furor sanandi y protector a toda la sociedad, medicalizando o psicopatologizando toda problemática o malestar.


Este hecho no es en modo alguno un ideal inofensivo, porque (además de los intereses de las industrias farmacéuticas y otros profesionales) hacen a esta sociedad cada vez más vulnerable, incapacitada, infantilizada, irresponsable, frágil y dependiente... y por ello necesitada de expertos, técnicos, guías y salvadores ante cualquier acontecimiento o hecho supuestamente traumá- tico. Esto conlleva por parte de los afectados a la falta de decisión e inicia- tiva, la falta de creatividad, autonomía y solidaridad, favoreciendo por contra el victimismo, la pasividad, la dependencia, la irresponsabilidad y la sumisión.


Se hace actual retomar el tema Kantiano de la ilustración: ¡Sapere aude! ¡Ten el coraje de servirte de tu propia razón!”


En definitiva, la pregunta que me hago es ¿a quién favorece todo esto? Hay un desplazamiento y apropiación del poder por parte de los técnicos y los expertos –el poder biopolítico antes señalado– que usurpan a la ciudadanía y a la comunidad el saber propio acumulado y adquirido a lo largo de los siglos y de generaciones en generaciones. Sin descartar los beneficios de la industria farmacéutica y otros.

Retomo de M. Anxo García Álvarez quien en relación a la demanda de actuación de Salud Mental con las familias, ante el hundimiento del pesquero Bahía en la costa lucense, escribía un artículo al respecto en La Voz de Galicia (10-6-2004) manifestando que “la actuación de los profesionales de S.M. en estos casos, debe ser cautelosa, discreta y reducida al mínimo necesario, confiando en las capacidades de las personas para hacer frente a las adversidades y al apoyo comunitario”... y añadía algo muy importante a recordar: “a lo largo de la historia de la humanidad fuimos creando medios y capacidades para que las pérdidas no nos destruyan; aprendimos a unirnos y solidarizarnos, a cuidar de los nuestros, a rehacer la vida y el mundo con o sin el ser querido y sin olvidarlo... miles y miles de años de construcción psicológica y cultural...”.


Ahora parece que todo esto es cosa de expertos. En ocasiones podemos necesitar ayuda psíquica cuando la precisemos, pero no que nos tutelen e infantilicen o incapaciten y nos hagan frágiles y dependientes ante toda desgracia o malestar.


CONCLUSIÓN


No es cuestión de patologizar y traumatizar todo sufrimiento y los malestares y avatares de la vida. Ni el sufrimiento por el sufrimiento. es el propio sujeto quien dará cuenta del valor y de la función de su sufrimiento.


Recojo en este sentido la voz de alarma que ya en el año 2001 daba la revista British Medical Journal sobre la creciente tendencia a clasificar como enfermedad los problemas de la gente(45) y propone un nuevo pacto social contra la medicalización de la vida (podemos añadir la psicopatologización de la misma) a partir de las siguientes premisas:


La muerte, la enfermedad, el dolor o el sufrimiento son parte de la vida.
La medicina tiene poderes limitados.
Los médicos no lo saben todo.
Los pacientes no pueden trasladar sus problemas a los profesionales de la salud.

Los médicos deben reconocer sus limitaciones.
Estas premisas podemos extenderlas a los profesionales del campo de la Salud Mental.

De todas formas, son algunas de las asociaciones de los propios afectados, las que están manifestando su rechazo a la medicalización y psicopatologización de sus problemáticas. quizás vengan por ahí un cambio y revulsivo a la patologización de todo malestar o expresión.

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