III XORNADA DE PSICOPATOLOXÍA E CULTURA

"MÚSICA, LOUCURA E CREATIVIDADE"

Salón de Actos do HULA

Lugo, 20 de abril de 2017

La Entrevista entre Freud y Mahler


Alejandra Nóvoa Justo

MIR 3 Psiquiatría, HULA
correspondencia: alejandra.novoa.justo@sergas.es


Gustav Mahler nació en el seno de una humilde familia de origen judío y con escasos recursos económicos. Su padre Bernhard Mahler, se dedicaba a la destilería del alcohol y su madre María Hermann, era ama de casa y padecía del corazón.


Desde su infancia, la amenaza de la muerte marcó profundamente a Mahler y actuó como catalizadora de gran parte de sus vivencias y sentimientos. Mucho antes de que llegara a la adolescencia, fue testigo de la muerte de seis de sus hermanos y el suicidio de otro de ellos. Su infancia estuvo mar- cada por la presencia anual de un ataúd en su casa.


Como respuesta a la adversidad el pequeño Gustav optó por sumergirse en su propio mundo como mecanismo de evasión de la realidad; no sólo por la muerte de sus seres queridos, sino también por la mala relación entre sus padres. el carácter violento y dictatorial de su padre marcó de dolor la vida de su esposa y de todos y cada uno de sus hijos.


la vida de Mahler continuó viéndose marcada por numerosos acontecimientos traumáticos en su adultez: su dimisión como director en la ópera de viena, el fallecimiento de su hija mayor María, el diagnóstico de una enfermedad cardíaca de Malher 48 horas después, y el aborto de alma, quien se encontraba en estado de gestación cuando perdieron a su hija. también el matrimonio entre alma y Gustav se vio afectado por un ines- perado acontecimiento.


en 1901, Mahler había conocido a la mujer que se transformó en pocos meses en su esposa, alma María Schindler, 19 años menor que él. Mahler aseguraba amar profundamente a su 


esposa, pero su amor incluyó ciertos términos impuestos, como la exigencia de que alma renunciara a sus aspiraciones musicales (además de ser una buena pianista, alma despuntaba como compositora de lieder) para que Mahler pudiera dedicarse exclusivamente a dirigir y componer, mientras ella atendía a su familia, supervisaba las finanzas, ejercía como copista de las partituras y lectora de las pruebas de las obras de su marido. Con los años alma se hastió de ejercer un papel que la hacía sentir prisionera en una vida que giraba alrededor de la genia- lidad de su esposo. Había anhelado año tras año el amor de Mahler, con- centrado en sí mismo y en su creación, abandonando interiormente a su joven y hermosa esposa. Durante los últimos años de su matrimonio la mujer se sentía no deseada, vacía, marchita...


Tras la muerte de su hija mayor, alma quedó sumida en un profundo duelo que le hizo buscar refugio en un balneario de tobelbad, cerca de Graz (austria) donde conoció y se enamoró del joven arquitecto Walter Gropius.


Mahler descubrió la infidelidad de su mujer a través de una carta en la que el arquitecto detallaba con todo lujo de detalles los momentos de intimidad vividos en la relación que, sin duda, mantenía con alma. Se trataba de una carta que por error llevaba como destinatario al señor Mahler en lugar de la señora Mahler. tal vez un desliz freudiano de Gropius que Mahler interpretó como una petición de mano de su esposa que le lanzaba el arquitecto.


Mahler se sintió aterrado ante la posibilidad de que su esposa pudiera aban- donarlo. Sumido en la melancolía, su amigo y discípulo Bruno Walter, le sugirió que consultara profesionalmente con un afamado psicoanalista vienés de orígen judío llamado Sigmund Freud, y que tiempo atrás había tratado a Walter de una parálisis histérica en un brazo.

Mahler pidió cita a Freud a través de un telegrama al que siguió otro en el que le manifestaba un cambio de opinión y cancelaba la consulta. lo mismo ocurrió en un segundo intento, hasta que en agosto de 1910, y mientras Freud disfrutaba de unas vacaciones en el Mar del norte, recibió un tercer telegrama urgente en el que Mahler le pedía desesperadamente su ayuda.


Aunque Freud era reacio a interrumpir sus vacaciones, se sintió incapaz de rechazar la angustiosa petición de ayuda y citó a Mahler en un hotel de la ciudad holandesa de leiden el día 26 de agosto de 1910.


No deja de resultar llamativo (y para muchos no casual), que Freud escogiera para el encuentro una ciudad con un nombre que traducido al alemán significa sufrimiento. Por otro lado, “Freude” en alemán significa alegría, placer...: Mahler buscó la alegría en el sufrimiento.


En una conversación que duró cuatro horas, se entrevistaron. Freud quedó sorprendido de la facilidad con que Mahler comprendió los principios del psicoanálisis. en una carta dirigida a la psicoterapeuta Marie Bonaparte en 1932, Freud le comentó que Mahler estaba interesado en saber la causa de que en los momentos más exaltados y trágicos de sus propias sinfonías siempre se veía impulsado a añadir una ligera cancioncilla. Freud comenta que en la entrevista que sostuvieron le había mencionado algunas situaciones traumáticas de su infancia: cuando el pequeño Gustav contaba poco más de cinco años, fue testigo de una violenta discusión entre sus padres en la que su progenitor actuó de un modo especialmente cruel y hostigador con su esposa. incapaz de soportar el drama, Mahler escapó corriendo hacia la calle y justo al salir escuchó el sonido de un organillo con el que un músico callejero interpretaba una popular canción austríaca. la cancioncilla provocó en el pequeño Gustav una súbita reacción de desconcierto: “¿cómo puede sonar esta alegre melodía al mismo tiempo que en mi casa ocurre un drama tan horrible?”.



Freud, también desentrañó una obsesión materna que el compositor proyectaba en su mujer. le hizo saber a Mahler que en cada mujer de la que se había enamorado buscaba a su madre y explicaba el retiro de su deseo sexual hacia alma y que había propiciado la crisis. Freud dijo al respecto:“con una madre tan agobiada por inquietudes como por un gran dolor, usted desea que su esposa sea igual a ella”.


Además, para Freud, alma también mantenía una fijación complementaria a la de su marido: “ella ama a su padre hasta el extremo de que sólo fue capaz de elegir y amar a un hombre como usted”.


Freud le preguntó a Mahler: “¿cómo es posible que un hombre como usted pretenda mantenerse unido a una mujer como la suya?”. Freud le aconsejó que debía elegir entre continuar con su pasión por la música u optar por dedicarse más a su mujer. Mahler, aparentemente, optó por esto último y logró recuperar la energía sexual. es llamativo que en el último año de su vida no compuso más música, dejó inacabada su décima sinfonía con claros mensajes a alma.


A lo largo de la sesión, Mahler reconoció sin tapujos todos sus complejos y todos sus miedos, así como su comprensión acerca de que su esposa hubiera buscado en otro hombre algo que él, por sus episodios de impotencia, rara vez podía ofrecerle.


Agradecido, Mahler le dedicó un poema a Freud:


“Las sombras de la noche fueron disipadas por una palabra poderosa. El incansable tormento terminó.
Al final unido en una sola cuerda.
Mis tímidos pensamientos y mis tempestuosos sentimientos se mezclaron”.

Cuando aún no había transcurrido un año desde su sesión terapéutica con Freud, Mahler sufrió un empeoramiento de su enfermedad cardíaca. Murió el 18 de mayo de 1911.


En una carta dirigida a theodor reik (discípulo de Freud) el psicoanalista declaró varios años después: “si doy crédito a las noticias que tengo, conseguí hacer mucho por él en aquel momento. La consulta me pareció necesaria para él, porque en esa época su mujer se revelaba contra el hecho de que había apartado su líbido de ella. A través de interesantísimas incursiones por la historia de su vida, descubrimos sus condiciones personales para el amor, especialmente su fijación materna. Tuve gran oportunidad de admirar la capacidad para la comprensión psicológica de ese hombre tan genial. En esa ocasión no se dio ninguna luz en la fachada sintomática de su neurosis obsesiva. Fue como si uno cavara un único bo- quete a través de un misterioso edificio”.


Al enterarse Freud de la muerte de Mahler, rápidamente escribió a alma recordándole que no había pagado la larga consulta en leiden. Desde entonces, alma (que sobrevivió a su esposo más de 50 años) manifestó su desprecio hacia el psicoanalista, y siempre que hablaba de él lo hacía des- cribiéndolo como “el idiota de Freud”.


La muerte y el sufrimiento jugaron un papel muy importante y siempre presente en la vida de mahler. Alma, cuenta en sus recuerdos: “A Mahler le gustaba el buen humor y la alegría, pero algún sombrío principio le obligaba a contenerse... sólo durante el último año de su vida, cuando el exceso de sufrimiento le había enseñado el sentido de la felicidad, su alegría natural se liberó realmente”.


Perfeccionista, exigente, rígido, intransigente, amante del orden, obstinado, autócrata... Por su relación con la muerte y la alegría y por su intento de dominar el destino podemos decir que Gustav Mahler era un obsesivo motivado: siempre le 

ocurría lo que trataba por todos los medios de evitar. Un hombre obsesionado con la muerte y a la vez perseguido por ella, que sentía la angustia y la necesidad del “hambre de inmortalidad”.